Si nos fijamos solo en las cifras, los números abruman: más de 5.000 personas han muerto en el 2016 en el Mediterráneo buscando refugio en Europa, huyendo de guerras, hambre y persecución. Según datos de la Organización Internacional para la Migración (OIM), en el 2015 fueron 3.777 los ahogados registrados, y 3.279 en el 2014. Si nos fijamos en las historias que hay detrás de todos y cada uno de estos 5.000 muertos -las familias rotas, las cifras astronómicas entregadas a las mafias, los niños, las violaciones a mujeres, la desesperación-, el sentimiento que se impone es el de desolación. Y si pensamos en la inacción de los países europeos, en el hecho de que son oenegés, como Proactiva Open Arms, las que hacen gran parte del trabajo que deberían hacer los Estados en las diferentes rutas de la inmigración ilegal desde Turquía o desde Libia, entonces surgen la indignación y la vergüenza. Más de 5.000 muertos convierten al Mediterráneo no en un muro, o una frontera insalvable, sino en una enorme fosa común.

Ha sido 2016 el año de los refugiados. El año en que la UE dejó a la vista de todos sus vergüenzas. No solo se trata de su incapacidad para acoger a los refugiados y para pactar una política común de ayuda de los asilados, o el controvertido acuerdo con Turquía, sino que ante el auge de la xenofobia y del populismo la Unión ha sido incapaz de construir un discurso a la altura de los valores que ha propugnado desde su nacimiento. El respeto a los derechos humanos, las libertades y los principios más elementales de humanidad perecen asfixiados por la pinza entre el racismo, la xenofobia y el populismo por un lado, y el terror a los atentados yihadistas por el otro.

La del Mediterráneo es una tragedia europea. Quienes mueren son sirios, iraquís, libios o afganos que solo quieren dejar atrás la guerra y el mismo terror que este año ha golpeado ciudades como Berlín, Niza y París. Pero quienes hasta el momento han sido incapaces de gestionar la emergencia y de resistir con principios claros e insobornables el resurgir del fascismo ha sido esta vieja Europa que ve impasible cómo su mar Mediterráneo se tiñe a diario de sangre. Más de 5.000 muertos en un año. Mas de 5.000 historias. Más de 5.000 peticiones de ayuda desoídas. Más de 5.000 motivos para exigir de una vez por toda a los Estados una reacción.