WUw na representación de Cataluña, Valencia, Murcia, Andalucía e incluso Baleares, encabezadas por sus presidentes con excepción del andaluz, están hoy en Bruselas para convencerla de que debe optar por apoyar --es decir, subvencionar-- el proyecto de línea ferroviaria de mercancías que pasaría por sus territorios. En primer lugar, la reunión es sorprendente: en buena lógica no debería tener sentido ninguna presión de comunidades ante el gobierno europeo para que priorice el corredor que las atraviesa cuando ese corredor ya está incluido en la red que presentará el Gobierno de España, según se nos anunció el pasado día 14 después de la reunión del ministro de Fomento con los presidentes de Andalucía, Castilla-La Mancha, Aragón, Madrid y Extremadura, que fueron a pedirle explicaciones sobre su apoyo al Eje-16. Sin embargo, y sabido es que en cuestión política nadie da puntada sin hilo, estás reuniones deberían tomarse como lo que parecen: el intento de que Bruselas favorezca a una, lo que significa que relegue a otras, en este caso el proyecto que tanto interesa a Extremadura. Es decir, que el Mediterráneo lo quiere todo.

Monago salió de la reunión con Blanco satisfecho, aunque en la práctica, donde había un compromiso gubernamental de priorizar el Eje-16 se transmutó en compartir esa prioridad con el Eje Mediterráneo e, incluso, con el Cantábrico. Ahora, con esos movimientos de las comunidades mediterráneas, hay más motivos de preocupación. Es cierto que el hecho de que el Eje-16 incluya a Portugal debería ser decisivo, pero una presión que compense a la mediterránea no tendría que descartarse.