TQtue venga George Orwell y que monte un congreso zoológico al estilo de su Rebelión en la granja y que canalice el malestar de las criaturas animales. No se sabe cómo, pero han tenido noticia de que hay una tendencia creciente en España a utilizar el nombre de ciertas especies como un insulto entre los humanos. "Esto no puede quedar así", se han dicho las medusas a modo de grito de guerra.

A alguien se le ocurrió calificar de pirañas a los últimos alcaldes de Marbella, y de la Amazonia ha llegado la protesta del pez carnicero. No admiten la comparación. Ni como metáfora. Sus mordeduras son un agradable cosquilleo, comparadas con la dentellada de las primeras autoridades municipales de la ciudad malagueña. Una vez, los miembros del consistorio visitaron un zoo; los leones, al ver tan cerca a tantas fieras depredadoras, se pusieron a temblar. Muchas especies están convencidas de que los que deberían exhibirse detrás de las rejas son ciertos humanos.

Pero lo que ha hecho derramar la gota del final de la paciencia ha sido llamar medusa a la ministra de Medio Ambiente, la señora Cristina Narbona. La idea de llamarla así ha partido del Gobierno valenciano del PP, al que la ministra dicen que restringe el agua que reclama para su política de ladrillos y campos de golf. El bicho ha sido perseguido por los alcaldes de todo el litoral y ahora su nombre se convierte en injuria contra alguien que ha de administrar la escasez. Durante el verano se han dicho pestes de esas criaturas y ahora las provocan. Si aumenta su agresividad, no será por el calor, sino porque no quieren ser palabra de las incluidas en el género de las maledicencias. Montarles un acto de desagravio quizá las calmaría.

*Periodista