Se habla mucho de la palabra cambio : este país necesita un cambio en la forma de gobernar para salir de la crisis; hay que cambiar el televisor porque se ha estropeado; el niño tiene problemas de conducta en clase, por lo que habrá que cambiarlo de colegio- Cambios, cambios, cambios. ¿No hay otras alternativas? ¿No es posible, en vez de cambiar, arreglar o mejorar las cosas? Este es el punto al que quiero enfocar mi opinión. La escuela de antaño, aquella en la que el mundo digital no se había adueñado de todo, no tenía tantas carencias como para que se tuviera que hacer un cambio. ¿Qué tenía de malo explicar las asignaturas en una pizarra, con tiza? ¿Qué tenía de malo escribir en los cuadernos? Era lo más lógico y normal.

Actualmente, todo tiene que hacerse o funcionar mediante aparatos electrónicos; tenemos la pizarra digital y los portátiles para los niños, y ya no se pasa lista llamando a los alumnos por su nombre, sino mediante máquinas. Se está perdiendo la esencia de las escuelas, aquellos colegios en los que la maestra hacía sus esquemas en la pizarra. Incluso se podían desarrollar mejor si se utilizaban tizas de colores, lo que motivaba a los niños para querer copiar el trabajo y usar colores distintos. ¿En qué consistirán ahora las clases en que se enseñaba caligrafía si ahora se utilizan ordenadores? Imagínense. ¿Cómo se corregirán ahora las faltas si los ordenadores señalan cuando lo haces mal?

Cambios, cambios. ¿Suponen esos cambios una mejora? Los efectos de esta nueva era tardarán en verse, y aún más si se tienen que modernizar todos los colegios, pero espero que cuando los resultados de los niños electrónicos salgan a la luz los autores de los cambios se den cuenta de que tanto cambio no siempre es sinónimo de mejorar.

Marta Molero Braga **

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