Leía no hace mucho tiempo sobre las reivindicaciones que nuestro actual presidente de la Junta hacía al Gobierno central sobre la llamada deuda histórica y recordé algún trabajo que sobre la demografía y sus movimientos migratorios realicé hace tiempo.

Tirando de archivos, comprobé que la población extremeña en 1900 representaba un 4,6% del total nacional y la comparé con la que actualmente (2006) representa dentro del conjunto nacional, teniendo ahora un peso de tan solo el 2,45%. Durante toda la primera mitad del pasado siglo XX la población extremeña creció, alcanzando un máximo en 1955 de 1.375.000 habitantes, y fue a partir de esa fecha cuando empezamos a desangrarnos demográficamente, habiendo perdido en los primeros 30 años de la segunda mitad del siglo, la nada despreciable cifra de más de 550.000 habitantes (casi un 40%), todos ellos, por lo general, en la mejor edad productiva en todos los aspectos, económica y de procreación).

Recordé a un magnífico profesor de Historia Económica, que insistía en la necesidad de ir más allá del simple dato o hecho histórico y que estudiásemos las circunstancias que se daban en el entorno, para alcanzar la verdadera justificación del porqué ocurrían tales hechos, y encontré, como no, la causa, efecto y consecuencia de tales movimientos migratorios y el destino de nuestra sangría regional, motivada, como no podía ser de otra forma si se exceptúan las situaciones bélicas, por la economía.

XEN 1959x, tras 4 años de déficit público e inflación, hundido el exiguo mercado de valores y en pleno sistema autárquico, y con muy poca credibilidad internacional, no sin muchas reticencias de Franco , se promulga el Plan de Estabilización, que a corto plazo supuso un fuerte golpe para el ciudadano de a pie, aunque después fue el inicio del desarrollo español. El objetivo del Plan de Estabilización era múltiple: ahorro, deflación, apertura de mercado y demolición del sistema autárquico. Para el españolito de a pie supuso paro y retroceso en la renta.

La apertura tuvo un doble significado, primero de puertas abiertas para que la población --aunque no muy cualificada ya que procedía del sector agrícola--, pudiera emigrar, unas veces al extranjero y otras a las grandes urbes; segundo, de entrada de capital extranjero, con las garantías de una cierta tranquilidad en el régimen y repartición de rentas e inversiones, y de personas para conocer una España bañada en sol, donde la seguridad del turista era prioritaria en el orden público.

Pues bien, el Plan de Estabilización, como todo plan económico, precisaba de fuentes de financiación ya que los recursos eran escasos y encontró como pilares de la financiación: a) Las remesas de nuestros emigrantes, b) Las divisas que reportaba el turismo y c) Las inversiones exteriores. Y si, como dicen los cuentos que bien acaban, cada fuente debió tener sus compensaciones en la tarta del desarrollo, la triste realidad es que no fue así.

La inversión extranjera se vio recompensada con una estabilidad política que facilitó tanto la repatriación de las rentas generadas, como la inversión efectuada, y aquellas regiones que fueron destino de la masiva afluencia de turistas (costa mediterránea) se vieron compensadas con importantes obras de infraestructuras en carreteras --como vía de comunicación instrumento fundamental de su desarrollo-- así como otras dotaciones de equipamiento social.

Por último, aquellas regiones que se desangraron, de donde partieron la ingente cantidad de emigrantes, primero al extranjero y después a las grandes ciudades que comenzaban a desarrollarse, fueron olvidadas décadas tras décadas. Algunas, que han pasado recibo en concepto de Deuda histórica , como Andalucía, empezarán, y así se recoge en los próximos Presupuestos Generales del Estado, a cobrar su cuota de compensación, pues con los aires que corren, lo de la solidaridad interregional tiene visos de poca consistencia. Nuestra aportación en recursos humanos al origen del desarrollo nacional y de esas comunidades que gracias a la aportación de ellos, están en cabeza, jamás se ha puesto en duda, por lo que debemos, como nuestro presidente de la Junta, reivindicar diariamente la deuda histórica que la nación tiene con los extremeños.

*Economista