Hace 106 años, tal día como hoy, un 16 de Agosto, en la Plaza Mayor de Madrid se proclamó la Constitución promulgada por las Cortes de Cádiz, ‘La Pepa’. Fue un duro camino, una dura resistencia contra las fuerzas napoleónicas en un irreductible lugar, un muy duro consenso entre aquellos que exponiendo sus vidas se concentraron no en Cádiz, como todo el mundo piensa por los libros de historia, en una pequeña isla de la provincia gaditana, ahora llamada San Fernando.

La fiebre amarilla, que por entonces asolaba la ciudad, aconsejó la ubicación de las Cortes en el teatro que hoy con orgullo y en el olvido de la historia lleva el nombre de Real Teatro de las Cortes, teatro que abrió sus puertas a la cuna de las libertades un 24 de septiembre de 1810 en el entonces llamado teatro de comedias de la villa de la isla de León.

Resulta cuanto menos curioso que nuestra historia, o la historia que hemos elegido, no recuerde esta fecha, quizás porque entonces medio territorio por no decir tres cuartas partes estaba ocupado, pero significó la aplicación real (allí donde se aplicó) de la Constitución más liberal de su tiempo en toda Europa.

Sin embargo y a raíz del olvido de tan relativa fecha, me viene a la memoria, que no a ‘La Memoria’, aquellos hechos, realidades y pasados que a veces hemos querido obviar, olvidar y por desgracia a veces resucitar para bien de algunos ‘ilustres ignorantes’ que piensan que la ciudadanía es ‘ignorante y no ilustre’.

EN LA VILLA de la isla de León, la Constitución fue redactada por sabios en su tema, ciudadanos que saben de la vida, del esfuerzo, del trabajo y de las libertades, esto es, por obreros, burguesía, aristocracia, gremios, duques y condes, de España y de las colonias, pero con una diferencia, cada opinión valía lo mismo, fueras alfarero o señor de las islas.

Hoy no se quiere recordar un 16 de Agosto como la primera Constitución proclamada para los territorios libres de España, como una victoria del pueblo para el pueblo, pero algunos se empeñan en resucitar sentimientos encontrados alentando un odio que más allá de muertos y valles sólo pretenden hacer olvidar los actos de algún vivo o viva y de alguna valla que no valle, cerrando puertas o abriéndolas, verticales, horizontales o giratorias.

Hay que trabajar para el futuro, hay que saber cuál fue nuestra historia y hay que saber poner a cada cual en su sitio; y con mesura, conocimiento y buen hacer se puede reparar daños y memorias, recuperar nuestra historia, que aunque en episodios nos pese, es la nuestra, y se puede reconocer las injusticias y en su medida repararlas, pero no se puede hacer ‘memoria’ para que ignorantes como yo no veamos el presente.

* Maestro