Uno ya no sabe si llamarla memoria histérica o histriónica. No histórica, eso no. Porque entiendo que memoria histórica es, debería ser, otra cosa diferente a sacudirse a hemerotecaza limpio. La Historia es una asignatura que sirve para evitar repetir aquello en lo que nuestros antecesores se equivocaron, no un arma arrojadiza a la cabeza del adversario, ni una disciplina que nos hace tropezar varias veces en las mismas piedras puntiagudas, que tanto nos hieren.

De manera que el mismísimo presidente del Gobierno, que nos ha embarcado a todos en un innecesario revival de nuestros más tenebrosos fantasmas, utiliza los archivos reservados para sacar trapos sucios del adversario. Y, paralelamente, pide Mariano Rajoy , precisamente en medio de una tormentosa sesión parlamentaria, donde reinó de todo menos la buena educación, un "debate sosegado". No hay sosiego en el presente, ni lo hay siquiera a la hora de analizar el pasado. ¿Cómo podemos estar esperanzados en que bienes tan preciados como el sosiego, la tolerancia, la objetividad en el análisis, llegarán en un futuro? Los datos no abonan optimismo alguno.

Porque la política ejercida en la calle o en el mitin es lo contrario de un debate sosegado. Así, quedamos a la espera de lo que vaya a suceder en la manifestación que se adivina nutrida: guerra de cifras al canto de este sábado. Y en la del sábado próximo, de signo político opuesto. Pero temo que van a ser actos llenos de rencores por lo que unos y otros hicieron en otros tiempos, en otras circunstancias: excarcelar etarras, ir a la guerra de Irak...

Eso es lo malo de querer utilizar con fines sectarios la memoria histórica: que tratamos de aplicar lo que ocurrió meses o años atrás a lo que ahora sucede, que nunca es lo mismo. Y una cosa es recordar, por aquello de aprender las lecciones del pasado, y otra muy distinta falsear los datos del hoy utilizando munición caducada del ayer. Quizá ahí, en esa mala, torticera, utilización de la memoria histórica, convirtiéndola en histérica o en histriónica, según los grados de crispación ambiental, resida el drama cainita de las dos españas, quién sabe.