TLta búsqueda de la verdad que tanto atronó tras el 11-M es, para muchos, una de las causas más nobles por las que debe luchar esta sociedad. Han muerto demasiados. Con uno sólo la tragedia es grande; con más de doscientos nos viola el alma. Todos eran y han sido españoles; a uno de ellos le llegué a conocer, por tanto, a mi pequeña intrahistoria personal un amigo se fue.

La verdad de todo y la única verdad --porque existe-- hay que exigirla. Más allá de hacer justicia y cumplir con un deber colectivo, esta sociedad debe y tiene que conocer los rostros de aquéllos que intimidaron tan violentamente a nuestro país, que lo hirió, lo sacudió y lo maniató durante un tiempo en el que permanecimos secuestrados por la barbarie de aquéllos a los que nunca podremos catalogar como personas. Son sencillamente terroristas. Esta sociedad tiene dos causas que defender: la de la verdad y la de la memoria colectiva, como revulsivo frente al terror criminal del terrorismo sin fronteras. En más de una ocasión he tenido que observar la señal victoriosa del terrorista tras el cristal blindado en el banquillo, como gesto de soberbia frente a las víctimas y sus familiares. Nunca he dudado de la pasta de la que están hechos; aún más, jamás he confiado en ellos. Pero estoy convencida de poder con ellos. Conocer la verdad es el mejor principio para ir a por ellos.

*Abogada