Los españoles somos muy previsores para pensar que no vuelva a ocurrir lo que pasó en la primera tragedia. Tras las muertes de varios menores en encierros y festejos taurinos, en diversos sitios de España, nos ponemos a pensar y a remediar los pasados entuertos, menos los muertos. Todo festejo popular ha de ser reglamentado por la autoridad pertinente, quien asume la responsabilidad cívica y penal, de cuanto suceda por incuria o imprevisión en su demarcación. Si un municipio carece de los medios precisos para organizar un encierro (quirófano, cirujanos, médicos, transfusiones, ambulancias etcétera) no debe permitir tal festejo. Un factor de riesgo previsto es la participación en tales eventos de menores o borrachos. Prevenir es mejor que lamentar.

Miguel Rivilla **

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