Tengo el despacho profesional en Madrid, zona centro, precisamente en lo que ha sido llamado el manifestódromo , porque todo tipo de actos callejeros de protesta han tenido, y tienen, por escenario esos pavimentos, recién remodelados por el alcalde Gallardón . Por allí he visto de todo: sindicalistas de mil empresas denunciando cierres, despidos o ambas cosas; actores de la zeja y sin ceja; gritos contra diversos regímenes y visitantes... No he visto, hasta el momento, una manifestación contra el tirano sanguinario Gadafi .

Ya sabemos que al asesino Gadafi le queda un telediario en el poder. Es más, puede que, cuando este comentario se publique, ya haya huído o, mejor, haya sido capturado por quienes, llenos de razón, exigen libertades y un cambio de régimen, hartos de cuarenta años de feroz dictadura, de caprichos del gran hortera y de ridículo internacional, aunque, eso sí, internacionalmente amparado. Pero el hecho de que la pervivencia del gaddafismo sea imposible no quita para que la protesta diplomática mundial haya debido ser mucho más sonora, más definitiva.

Y lo mismo podría decirse del rechazo de los ciudadanos que tienen la suerte de vivir en democracias estables: este martes, pedí, a través de una emisora de radio, que la gente acudiese a manifestarse frente a la embajada Libia en Madrid. No puedo afirmar, seamos francos, que este llamamiento haya estado secundado por un éxito masivo. Los habitantes de la vieja Europa nos hemos vuelto como nuestros gobernantes: acomodaticios, inmersos en la real politik . No conviene irritar a los sátrapas cuando de ellos depende el precio del petróleo. Se comprende, pero ello no justifica las melifluas declaraciones de los cancilleres/as occidentales, ni su pasividad a la hora de reaccionar. Ni tampoco puede ser pretexto esgrimido por los viandantes para quedarse en casa y no gritar el desprecio colectivo a los representantes diplomáticos --cada vez menos-- que aún quedan al servicio del monstruo.

Triste cosa cuando la sangre de nuestros vecinos nos deja indiferentes, y lo único que cuenta para nosotros es la molesta cantidad de pobre gente que va a anegar nuestras costas huyendo del terror.