La pandemia de gripe A anunciada por la Organización Mundial de la Salud, que movilizó a la Administración sanitaria, ha tenido de momento una repercusión más que moderada en la gripe estacional de todos los años. De ahí que el Gobierno se haya decidido a cancelar la compra de 24 millones de dosis de la vacuna y a quedarse solo con 13 millones, que estima suficientes para atender a las campañas. ¿Puede hablarse de exceso de celo o de previsión? Parece más adecuado considerar que el comportamiento de todos los responsables políticos de la sanidad pública ha sido responsable y eficaz. El riesgo era demasiado alto para tomarse la gripe A a la ligera y era impredecible si la demanda sería o no contenida. Que a estas alturas solo el 22% de los nueve millones de personas englobadas en los grupos de riesgo hayan acudido a vacunarse es un dato que nadie podía adelantar. Que la OMS haya podido actuar con precipitación o un punto de alarmismo, es algo que aún está en discusión.

Puesto que el invierno no ha hecho más que comenzar, y algunos estudios anuncian un rebrote de la enfermedad para finales de mes, conviene no bajar la guardia. Pero que se haya podido ajustar el gasto a los riesgos en tiempos de crisis es un signo de eficacia que debe resaltarse.