Profesor

Afortunadamente, en nuestro país gozamos de una libertad de prensa que para sí quisieran muchas otras naciones. Y si bien es cierto que unos pocos grupos editoriales controlan la mayor parte de las publicaciones con capacidad de influir sobre la opinión pública, o incluso con capacidad para crearla, no lo es menos que cuando uno se acerca al quiosco cada mañana sabe que dispone de una amplísima gama de opciones. Otra cosa diríamos si hablásemos de la radio o la televisión pues, por paradójico que resulte, bien pudiera afirmarse que la abundancia de canales no equivale precisamente a la riqueza de la oferta informativa, sino a la uniformidad en la bazofia y el mal gusto.

Pero además de esos periódicos que podríamos llamar de quiosco, en nuestra región, como en otras, también existen otro tipo de publicaciones. Se trata de una prensa de imprecisa definición que, pese a ser sufragada por todos los ciudadanos, ofrece un panorama tan uniforme sobre lo que nos sucede, tan de color de rosa, que, más que en ciudad feliz alguna, bien podría hacer pensar a un extraño que la leyera que los extremeños vivimos en el mismísimo paraíso terrenal. Son, para decir las cosas claramente, esas gacetas mensuales que algunas consejerías publican para su distribución gratuita por puntos estratégicos de nuestra comunidad. Su tirada debe ser enorme. Los ejemplares, desde luego, se tiran. A cientos, si no a miles.

Cuando hace muchos años uno tenía entre las manos Mundo Obrero , pongamos por caso, lo último que podía esperar era que en él se diera cabida a las opiniones poco ortodoxas . Suficiente tenían sus pobres redactores con eludir la cárcel. Sin embargo, y pese a lo que ha llovido desde entonces, la prensa de la que ahora hablo no desmerece en absoluto de aquella desacreditada prensa de partido. ¿Exageraciones? A quien ello pensara me atrevería a pedirle que echara un vistazo a dos o tres de las páginas que bajo membrete oficial ven todos los meses la luz amparadas, supongo, por una supuesta necesidad de informar rectamente a la ciudadanía. Bien podría parecerle que hubiéramos vuelto a los tiempos del Frente de Juventudes. Que echara un vistazo a esas gacetas, volvería a aconsejar al incrédulo. Vería lo que es un canto sin matices al jefe. Y no porque no haya temas polémicos en nuestra sociedad, sobre los que existen tantas opiniones como profesionales afectados... Pero ni una voz de las que no coincidan con la oficial aparece en ellas. ¿Es posible que cuando, por ejemplo, se recoge en una de esas hojas volanderas la opinión que merecen a los docentes extremeños ciertas decisiones de las autoridades educativas no haya ni una sola palabra que cuestione su oportunidad, su procedencia? ¿Sólo caben loas al de arriba?

Que quienes medran en los aledaños del poder se dediquen a la adulación cabe dentro de lo previsible. Pero que algunos de sus jefes acepten la situación como si tal cosa, incluso complacidos, es un síntoma preocupante de que la sociedad extremeña aún es considerada por muchos de sus dirigentes como menor de edad. Y por ello, como tales niños que para ellos somos, lo normal, claro, es que nos cuenten cuentos.