El paso de Prudencio González por la Gerencia de la empresa municipal de Transportes Urbanos de Mérida está dando demasiado que hablar: las informaciones sobre su contrato blindado, su sueldo astronómico, su pretensión de cobrar como indemnización cantidades desorbitadas, la pérdida de ocasiones para obtener ayudas europeas para una empresa que le cuesta dinero a los emeritenses...Y ahora, la última, ya es de traca: los gastos de miles de euros en comidas, viajes, llamadas desde el móvil, facturas de publicidad a la televisión afín al PP... Suficientes indicios hay ya para concluir que González, que permanece mudo en medio del chaparrón, se puso la empresa de los autobuses de la capital autonómica auténticamente por montera mientras permaneció a su frente, disponiendo a su antojo de los fondos de la misma.

Es muy posible que el exgerente tenga que responder ante los tribunales de su actuación, pero las responsabilidades son también políticas. Y competen al PP, el partido que lo eligió para el puesto. No es de recibo que desde que se supo de los primeros manejos de González, solo el exalcalde Pedro Acedo haya ofrecido una tímida explicación para decir que desconocía la existencia del contrato del exgerente de autobuses y que lo desaprobaba. No basta con decir ahora que éste ha incurrido en "abuso de confianza y engaño". Eso es justamente lo que los ciudadanos podrían decir del PP a cuenta de este asunto. Los datos que están saliendo a la luz indican que no ha habido el mínimo control exigible de dineros que son de los contribuyentes. De esa labor tenía que encargarse la anterior corporación popular. Por lo que se ve no lo hizo.