Tiene mérito Guillermo Fernández Vara. Después de perder a contrapié unas duras elecciones en 2011, supo resistir cuatro años en la inhóspita oposición buscando su tierra prometida. Que no es otra que reinar en nuestra región. Recuperado su sitio y revalidado el popular apoyo, Guillermo quiere más. Es natural.

Lo que quizá no sea tan orgánica como pueda parecer es la forma en la que Guillermo ha conseguido remover los obstáculos para la continuidad de su regencia. Los socialistas han usado su grupo y su mayoría parlamentaria para derogar la limitación de mandatos que propulsó Monago en 2014. Por eso, quien nos anunció la buena nueva fue Lara Garlito, portavoz del grupo parlamentario de Vara, socialista (y política) de cuna. Es natural.

El pasado martes los socialistas registraron en Mérida su propuesta para modificar la regulación de los cargos públicos del gobierno y la administración en Extremadura, con la manifiesta intención de eliminar la mencionada limitación de mandatos del presidente de la Junta a ocho años. Lo que permitiría que, al final de esta legislatura, Vara pudiera ser reelegido. En ese caso, estaríamos frente a un mandato de 12 años que, sumados a la legislatura de 2007 a 2011, harían un total de 16 al frente del gobierno extremeño.

Decía Garlito que confiaba que la tramitación fuera «lo más rápido posible». Hace bien en descansar en esta convicción. Dado que el partido socialista tiene una mayoría que garantiza que la modificación será aprobada. Es (aritméticamente) natural: controlas la Asamblea así que a los demás les resta el derecho al pataleo. O que ganen elecciones, ¿no?

Todo esto se hace porque se debe «revertir los derechos que se vulneraron y se recortaron en 2014, y que la Constitución ampara». Porque eso es lo que realmente mueve a Vara y los suyos a introducir este cambio. No es por su propio interés y bienestar, que seguro que se asoma por aquí algún desconfiado. Ellos siempre trabajan por los extremeños (que eso también podría ir entrecomillado, no crean).

Teniendo en cuenta la existencia de listas cerradas y que lo que nuestra Constitución expresamente realiza es la limitación temporal de mandatos institucionales, que garantiza la «actualización», cabe albergar dudas acerca de esa defensa de la constitucionalidad que se pretende. Tantas dudas que, fíjense, el propio partido socialista debía tener hace unos años, ya que no intentó presentar o promover recurso de inconstitucionalidad de la norma cuando se aprobó con los populares. Sería que entonces no vieron esta ahora evidentísima característica. O que la perspectiva de una repetición en el poder no era tan cercana. Quién sabe.

En esa misma línea está ese alegato «varista» que es «no tiene ninguna razón de ser que a una persona a que eligen los ciudadanos como la opción mayoritaria tenga una limitación, y a quien deciden que no quieren que les represente, no tenga limitación». Esa preciosa perla nos soltó Garlito, pidiendo a los extremeños que garanticemos la viabilidad democrática de la región reeligiendo a su líder, al mismo tiempo que nos fulminamos a todos aquellos de la oposición que no ganen o alcancen objetivos electorales. Una depuración para defender nuestros derechos (¿dinásticos?).

La torcida conclusión de estas convicciones es que son la fuerza más votada y representan nuestra entera voluntad. Su mandato, sino divino, es al menos no negociable. Y esto, seguro, segurísimo, que les suena.

Porque el mérito de Guillermo no es haber sido más que legítimamente reelegido y emerger de una difícil situación incluso interna. Ese crédito ya lo tiene. Su mérito es la naturalidad con la que disfraza sin reparo el interés particular de bien común. Pero su verdadero prestigio, el truco final, es que siempre hay dos Varas en uno. El que critica con dureza la situación del tren en Madrid hasta que cambia Moncloa. El que se posiciona con dureza contra su propio líder de partido hasta que este llega al poder. El que dice que no cambiara una ley que tarda poco o nada en derogar. La sencillez y campechanía con la que aborda sus incoherencias es hasta apabullante.

Ocurre que, en realidad, como en la película de Cristopher Nolan de similar nombre, nunca hubo dos Guillermos. Y si alguna vez esto fue así, claro es que sólo se vislumbra una única intención. Lo cual será, por cierto, cosa de familia (política).

*Abogado. Especialista en finanzas.