El resultado de las elecciones alemanas del próximo domingo dará la medida de la popularidad atesorada por la cancillera Angela Merkel durante el último cuatrienio, a pesar de las inevitables tensiones registradas en el seno de la gran coalición --cristianodemócratas y socialdemócratas-- y del impacto de la crisis económica. O puede que deba decirse que la ventaja con la que Merkel llega a las elecciones obedece justamente a la habilidad y sentido de Estado que ha puesto de manifiesto a pesar de la singularidad nada favorable de su mandato.

El caso es que el respeto dentro y fuera de Alemania que se ha ganado ha hecho que todos los vaticinios den por hecho que Merkel seguirá. La líder de la CDU ha eliminado de las opciones a considerar al día siguiente de las elecciones una coalición del SPD con varias de las siglas situadas a su izquierda.

Los resultados de agosto en los länder de Turingia, Sajonia y Sarre, donde los grandes partidos perdieron representación y La Izquierda, que encabeza Oskar Lafontaine, salió reforzada, es el único dato inquietante que desasosiega el final de campaña y permite a Frank-Walter Steinmeier, líder del SPD, soñar con algún tipo de coalición de pigmentación rosada que margine a la CDU. Pero en el clima de salida de la recesión y búsqueda de certidumbres, Merkel es la favorita sin discusión.