WEw l pasado sábado, alrededor de 500 personas de Talayuela --la localidad tiene 11.000 vecinos-- se concentraron ante el ayuntamiento para protestar por la construcción de una mezquita en una zona urbana del municipio. Fueron convocados por un todavía no bien definido colectivo vecinal que exige al consistorio que paralice la obra, que cuenta con la preceptiva licencia. Los argumentos de quienes se oponen a la construcción de la mezquita van desde un inconcreto "es una ilegalidad" al sentimiento de engaño por parte de las autoridades locales por haber creído, en un primer momento, que el edificio en construcción se iba a destinar a centro cultural islámico y no a mezquita. Por último, manifiestan no oponerse a la construcción de la mezquita siempre que esté a las afueras de la localidad.

El asunto inquieta. Porque lo que muestran estas manifestaciones es una oposición a que la comunidad islámica de Talayuela (en la localidad viven más de 4.000 magrebís) pueda tener un lugar de culto donde lo quiera construir, como cualquier otra actividad. Y del mismo modo que nadie puede poner reparos a que se instale una zapatería allí donde su dueño quiera si cumple la ley, tampoco nadie puede impedir que se abra una mezquita si también se ajusta a la ley. Porque de lo contrario se corre el riesgo de estar dando aliento a actitudes xenófobas, como ya ha ocurrido en Talayuela, donde han aparecido grupos de extrema derecha aprovechando la concentración del sábado. Y eso es caldear un ambiente que mucho mejor es que permanezca frío.