Con El americano impasible, vuelve a habitar entre nosotros --cinematográficamente hablando-- el impasible Michael Caine, nacido y registrado como Maurice Joseph Micklewhite (Londres, 14-3-1933). Su memorable interpretación es candidata al Oscar. A un oscar grande, porque los dos que tiene --por Hannah y sus hermanas y Las normas de la casa de la sidra -- son como actor de reparto. En tres ocasiones más aspiró al premio --por Alfie, La huella y Educando a Rita --, pero no lo logró. Con La huella, tanto él como el coprotagonista Laurence Olivier se quedaron compuestos y sin Oscar, porque se lo llevó Marlon Brando con El Padrino.

Hijo de un transportista de pescado y de una sirvienta doméstica, Caine no alcanzó el estrellato hasta los 30 años, en los míticos años 60. De ahí su deslumbrante visión de aquella década: "Por primera vez los hijos de la clase obrera se levantaron por sí mismos (...) Creamos nuestro propio código moral". Pese a lenguaje tan obrerista, Caine nunca se distinguió por ser proclive al socialismo, sino más bien lo contrario. Pero, eso sí, nunca renegó de su pasado (a los 19 años años dejó los estudios y se colocó de botones en una productora de cine), del que hizo gala cuando fue nombrado lord por la reina de Inglaterra. Con su proverbial serenidad le gusta decir: "Soy un ganador que había nacido para ser un perdedor".