Ya están aquí otro año más, sucediéndose aleatoriamente uno tras otro sin descanso en la pantalla luminiscente. Algunos cuentan microhistorias que hablan de mujeres hermosas elegantísimas u hombres bellos y atractivos. Un lujoso automóvil, un palacio de cuentos de hadas, o la playa al atardecer con el mar de fondo, suelen ser los añadidos escenográficos. El perfume no entra por la nariz, sino por los ojos. Es todo glamour y sugestión. La microhistoria suele terminar cuando el estuche de la esencia aparece solitario levitando en mitad de la pantalla y una voz en off, bien femenina, susurrando sensualmente, o bien masculina, grave y persuasiva, nombra el perfume anunciado.

En ese momento muchos hombres y mujeres a los que les falta imaginación para comprar regalos se les enciende una luz en su interior y son lo que se dice felices. Han dado con el regalito de Reyes para su Manolo o para su Pepa . ¡Un perfume! Claro, ¿cómo no se les había ocurrido antes? Después de tanto darle a la sesera... Cartera tiene, guantes también, paraguas le regalaste el año pasado, bufanda no se la pone, ¿sombrero?, no, que Benito es muy clásico, ¿unos pendientes?, pero si Petri tiene un cajón lleno. ¿Qué mejor que un frasquito de perfume de los que anuncian en la tele día y noche? Eso sí, ahora hay que decidirse por uno, que esa es otra. Porque los hay para dar y tomar. Uno se atonta con tantos nombres. No puedo dejar de recordar el Varón Dandy o el Luky que compraba a granel para mi padre cuando era niño en la mercería de mi barrio. Entonces existían esas dos marcas para hombre y poco más. Las mujeres creo que tenían un escaparate más amplio donde elegir. El mercero usaba una probeta graduada para medir la cantidad que querías comprar, y un pequeño embudo para echarlo en el frasco que llevabas.

Si usted es muy televisivo, le esperan unos días plagados de microhistorias perfumadas que quizá le ayuden a elegir un regalo de Reyes, eso si antes no se ha vuelto loco.