El invierno está llegando a las escuelas y las soluciones más seguras, que las hay, no son baratas, pero nuestras Administraciones han optado por las otras, las que no cuestan, queriendo “gallinas gordas, que pesen poco”, y eso señores, es imposible.

El número de contagios y contagiados en nuestros centros escolares se ha casi duplicado en apenas unas semanas. No lo digo yo, lo dicen las estadísticas en el último informe del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) que apenas hace unos días ha informado que los centros educativos acumularon en la última semana el 13,4% de los brotes y el 12,9% de los contagios cuando con anterioridad los centros se situaban en el 7,2% de los brotes y el 4,2% de los contagios.

Y esto es malo o bueno, dependiendo de quién cuente la película. Para unos demuestra que se están haciendo las cosas bien y se detectan más positivos. Para otros, es el resultado de la temida llegada del invierno, la ventilación de las aulas, exceso de ratio en relación a la consecuencia lógica del aumento, en general de contagiados.

Bajo mi modesta opinión, ni la una, ni la otra, todas, y ninguna. Las cosas se podrían haber hecho mucho mejor, desde el principio, reduciendo más las ratios, ampliando más las plantillas, habilitando espacios, etcétera, sin necesidad de cerrar centros escolares. Pero ya que no se ha hecho, afrontemos el presente más inmediato, el invierno y ahora entenderán lo de las gallinas gordas que pesen poco. Lo ideal hubiese sido no cargar con la responsabilidad al profesorado del coordinador COVID, o medir temperaturas, confundir resfriados o gripes, para eso debería instaurarse un profesional sanitario en cada centro escolar, lo que vulgarmente se conoce como enfermera/o escolar, no un docente. Si hay que ventilar las aulas en pleno invierno, abran un poquito las ventanas y pónganse una bufanda, menos mal que no han pedido hornillos, cuando lo ideal sería medidores de CO2 en todas las aulas que indicasen, primero la saturación del aire y/o la necesidad de dotar de filtros HEPA el aula. Si tenemos en nuestra docencia, que los tenemos y muchos, personal de riesgo, que ahora van a ver multiplicado el mismo, sustitúyase o reléguese al mínimo contacto, incluso con modalidad online dentro del mismo aula siempre que la edad lo permita y no arriesgue sus vidas. Y por último, y eso depende del Estado, habiliten los mecanismos suficientes para que los funcionarios docentes, que no tenemos días de libre disposición, podamos cuidar a nuestros hijos confinados en su caso, sin que dependa de la “necesidad del centro”.

Las gallinas gordas pesan y hay que pagarlas, porque, permítanme la metáfora, peor sería cerrar el gallinero por falta de gallinas o de avicultores.