Hoy en día, cada vez hay menos familias que viven del campo debido a las pocas ayudas que reciben del Estado, y también a causa de los elevados costes de producción y mantenimiento y el bajo precio que cobran por sus cultivos. Conozco bien esta situación, ya que mi padre tiene unos 3.000 naranjos en Valencia y no puede vivir de ellos. Me cuenta que hay muchos campesinos que están abandonando las tierras porque no pueden mantenerlas. Años atrás, mis abuelos se ganaban bien la vida, pero ahora, con los precios del gasóleo y de peajes en autopistas, no sale a cuenta ir con un camión a buscar naranjas. Además, las pagan muy mal; el año pasado, a mi padre le pagaron a 9 céntimos el kilo. ¿Cuánto vale un kilo de naranjas en una tienda? Muchísimo más. Y hay otros costes, como el riego del campo, los abonos y los insecticidas. Antes, el mantenimiento era más barato y, además, pagaban más por el producto. Se podía vivir del campo. Ahora, no.

Otra cosa que hace mucho daño a la agricultura son las importaciones de productos de fuera de temporada, lo que quita la ilusión de la gente cuando es el tiempo de una determinada fruta. Parece mentira, siendo España una de las primeras potencias mundiales en naranjas, que cuando llega el verano se invadan los mercados con naranjas de Suramérica y Suráfrica. Por parte del Estado no hay ayudas, y así se destruye la agricultura del país. No me extraña que los agricultores se manifiesten: tienen toda la razón. Es indignante que vayan a Madrid a hablar con el Gobierno y nadie los reciba. Para ser ministro de Agricultura, antes habría que haberse ensuciado de barro los zapatos, al menos durante 10 años. La ministra que tenemos creo que no sabe ni plantar una lechuga.

Cristina Peris Carreras **

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