Cuando mis padres me decían que me esforzase, lo hice. A un chico de quince años le era imposible imaginar una situación como la que se vive actualmente en Extremadura.

Mi generación está abocada a marcharse de su bella tierra para encontrar un mejor futuro, o al menos un trabajo. Es inevitable decir que no buscamos ser ministros ni presidentes, lo único que necesitamos es una oportunidad que no se nos da.

Queremos autorrealizarnos profesionalmente para construir una sociedad mejor que la de nuestros padres, no una peor.

Se nos ha exigido demasiado para nada que se nos ha ofrecido, y seguimos de alguna forma escrutando posibilidades, mientras alargamos un poco más la hora de la despedida.

Somos los «millennials extremeños», olvidados por todos, sin nada que encontrar en nuestra tierra, solo puertas cerradas.