TAt la vista de la lista con el nuevo Gobierno que acaba de dar a la imprenta del BOE, bien podría decirse que Rodríguez Zapatero cambia de ministros para no modificar sus ideas acerca de algunos ministerios. Empezando por el de la Vivienda. En tiempos fue un gran ministerio; ahora, transferidas la mayor parte de sus antiguas competencias a las Comunidades Autónomas, no pasa de ser un ente para pagar o devolver favores políticos. El nombramiento de Carmen Chacón viene a confirmar la idea de la vacuidad de este departamento -dicho sea sin demérito para la persona y cualidades de la nueva ministra que, pongo por caso, habría sido una excelente Portavoz del Gobierno.

Algo parecido ocurre con Administraciones Públicas. Jordi Sevilla ha hecho lo que ha podido para modernizar los procedimientos y los trámite a los que nos vemos abocados los ciudadanos en el trato con la Administración. Lo deja todo hecho. Quien le sustituye, la señora Salgado, tendrá poco trabajo. A quien no le va a faltar, en cambio, es al ministro de Cultura, César Antonio Molina. Que un poeta llegue a ministro ya es en sí noticia porque Malraux era más bien prosista y ni Octavio Paz ni Evtuchenko se dejaron nombrar para tal encomienda. Molina es tan buen organizador como persona. Escribe bien y no es dado a las "panicadas" a las que tan aficionada era su predecesora, la señora Calvo, víctima de la Ley del Cine.

Un último renglón para destacar el nombramiento del doctor Bernat Soria como ministro de Sanidad. El científico es una garantía; la persona -un hombre bueno por decirlo en palabras de Machado-, tendrá dificultades para hacer cosas en una casa en la que la mitad de las competencias están transferidas y en resto es un Mar de los Sargazos patrullado por la poderosísima industria farmacéutica. En fin, la salida de Calvo y Trujillo remite a lo inapropiado del nombramiento hace tres años y la de Sevilla a la pérdida de memoria de quien le nombró porque Sevilla, a diferencia de Rubalcaba (que conspiraba a favor de Bono), fue de los pocos que creyó en Rodríguez Zapatero cuando eran muy pocos los que --dentro y fuera del partido-- creían en él como futuro líder del PSOE.