Las primeras palabras de la responsable del Ministerio de Igualdad me preocupan. Se olvida de que el hecho de que ella sea una mujer, y no un varón, no debe influir en su gestión. Cierto es que todo maltratador debe saber que tendrá a los cuarenta y cuatro millones de españoles en su contra, y que la ley estará del lado de la víctima, pero, yo, como madre de vástagos de ambos sexos, quiero saber si pondrá el mismo énfasis cuando el maltratado sea un hombre porque, si no es así, su ministerio puede pasar de ser el de la Igualdad a convertirse en el de la Discriminación, a ser un ministerio que obvie la presunción de inocencia cuando se trate de aplicarla a los hombres. El que las muertes de mujeres a manos de sus compañeros, novios, esposos... sean alarmantes no puede llevarnos a satanizar a todo ser humano del género masculino. Más apropiado hubiera resultado que nos hubiera adelantado las líneas maestras de los fines que pretende con su ministerio. No quiero pensar que todo el contenido de éste se base, a estas alturas, en la novedad de su nombre y en el que sea una mujer quien lo vaya a encabezar. Me pregunto si buscará la igualdad sólo entre mujeres y hombres o extenderá su acción a todas las desigualdades que se dan en nuestra sociedad. Me pregunto si ha pergeñado algún proyecto en el que se incluya la igualdad entre los hijos que crecen en ambiente de maltrato (siempre olvidados) y el resto; si pondrá, también, a todos los ciudadanos de España frente a los pederastas, a los violadores de mujeres, a los violadores (aunque sean travestidos) de hombres, a los que perciben del erario público (caso del presidente de las Cortes) un sueldo treinta mil veces mayor que el de un mileurista- Me pregunto si, este ministerio, tendrá algo más que un nombre, un edificio, una ministra, unos funcionarios y un presupuesto.

Ana Martín Barcelona **

Cáceres