TPtara ocaso hermoso, el que se contempla desde la avenida Fernández López de Mérida. Cae el sol con aires de tribuno romano y colores de esperanza y el Guadiana se ennoblece. Así da gusto mirar al Guadiana y comprobar cómo se pueden armonizar las aguas, la vegetación y los palacios de congresos y bibliotecas. En Mérida el Guadiana no huele a bronca. En Badajoz, la ciudad de las herencias hostiles, mires por donde mires, encuentras argumentos bronqueros. Que si el proyecto duro , que si el solar de la biblioteca, que si la inacabada Alcazaba, que si los locales de copas, que si el botellón fluvial... Todo es propicio para iniciar una bronca. Los ocasos de Badajoz no tienen por qué envidiar a los de Mérida pero apenas tenemos tiempo para contemplarlos. Estás tan tranquilo mirando caer el sol por Portugal y te tapa la vista una manifestación de usuarios pidiendo un solar digno para ir a leer, pasan los lectores y llegan los bebedores de la noche exigiendo un lugar digno para mear, transitan éstos y llegan los ciudadanos aledaños reclamando un lugar digno para dormir sin ruidos... Se va el sol y todo queda igual. Sólo permanecen las saetas a la soledad y el reloj de la catedral convocando a conferencias, exposiciones y obras de teatro. El ocaso en Badajoz se llena de actos culturales. Es posible que muchos pacenses lo ignoren porque viven en parcelas y sotos alejados de la coordinación letrada, pero la vida cultural de la ciudad es gatuna y trasnocha. El pacense tiene vocación de conspirador culto. La noche se inicia cuando en los salones se habla de historia y de raíces. Lástima que se interrumpa con la manifestación de quienes solicitan más coordinación cultural.

*Dramaturgo y directordel consorcio López de Ayala