A pesar de que salí de mi pueblo natal siendo aún una niña, no olvido mis raíces; por ello, siento un enorme vacío al ver como mi pueblo permanece en el olvido. Y ello a pesar de sus múltiples tradiciones e historia, su estación de ferrocarril, la N-630 a tan sólo 8 kilómetros y su cima coronada por el majestuoso castillo.

En lo alto de la empinada montaña está la Cruz Bendita, a donde cada 3 de mayo se subía a encender los faroles.

Este verano he tenido el privilegio de contemplar las colonias de buitres que habitan en ella, así como diversas especies de rapaces. Por la ladera del saliente conviven, a su vez, jabalíes y ciervos.

Son muchos los monumentos que podemos encontrar desde que entramos en el pueblo: La Cruz del Humilladero, en la que se humillaba a los condenados a muerte antes de ser conducidos a la Cruz de los Cuatro Brazos, situada en la plaza y en la cual eran ajusticiados y ejecutados a la vista de todos. Palacio de los marqueses de Mirabel, ahora de propiedad privada, en el que destaca una gran bóveda. Cuartel de la Guardia Civil, en cuya puerta hay unos símbolos que emulan trece panes que según la leyenda sirvieron a los cristianos para derrotar a los moros que habitaban en el castillo, al creer éstos que la abundancia de víveres les harían resistir durante gran tiempo. La iglesia del pueblo, orgullo de otros tiempos. No así ahora, pues muchos de los santos que poseía han ido desapareciendo. El lavadero de pizarras con su caño que nunca se ha secado. Lugar de gran importancia social, pues en él se reunían las mujeres a lavar, pero también a conversar y a compartir noticias y experiencias. Esto y mucho más es mi pueblo, Mirabel, con sus tradiciones, sus antiquísimas danzas y su tristemente olvidada historia.MARIA ANTONIA LORENZO GARCIA. Cáceres