La conmemoración del cincuenta aniversario del nacimiento de TVE, ha sido un repaso, un recordatorio, un viaje retrospectivo hacia el interior de la memoria, una forma de rendir culto al recuerdo de un tiempo pasado. Del mismo modo que se hace un balance al finalizar una etapa, así en la gala conmemorativa fueron desfilando ante nuestra retina, fugaces imágenes de momentos que creíamos olvidados, vivencias de épocas y de lugares que conforman el paisaje de nuestro acervo personal, instantáneas de cada uno de aquellos entrañables acontecimientos.

Cuántos recuerdos vividos en el blanco y negro de las tardes-noches de aquellos interminables inviernos, con la fidelidad inconsciente de nuestros ojos niños. Cuántas anécdotas familiares forjadas al amparo de aquellas inmemorables emisiones.

Como imágenes rescatadas del olvido, hemos ido recuperado trozos que pertenecían a la desmemoria, rostros que a fuerza de compartir pantalla, terminaron formando parte de la cotidianeidad de nuestros hogares. Porque la historia es un laberinto de cifras, de nombres y de hitos que conviene rememorar: el 23-F, el 11-S, el 11-M, el hombre en la luna, la caída del muro de Berlín, o los juegos olímpicos de Barcelona.

Los que pertenecimos a la primera época, cuando la televisión estaba empezando a dar sus primeros pasos, vivíamos en el deseo de que terminara nuestra jornada estudiantil para sumergirnos en el mundo mágico de sus programas, dejándonos arrastrar por las aventuras y desventuras de aquellos personajes estereotipados, y por sus improvisadas historias, seducidos por aquellas mujeres de rostros afables; luego pretendimos imitar las gestas y los gestos de cada uno de los héroes de las películas, de afamados toreros, futbolistas o cantantes, una pléyade de ídolos que constituían el paradigma de nuestro orgullo nacional, en las postrimerías del franquismo. Con los concursos culturales que, algunos profesores fueron incorporando a sus clases, se rompía aquella fotografía estática en la que se había convertido la pedagogía tradicional. Algunas representaciones teatrales nos proporcionaron la oportunidad de acercarnos al mundo clásico de la literatura, aunque fuera de una forma enlatada y distante, también a la observación de la vida animal en la cercanía de su propio hábitat; pero han sido las retrasmisiones deportivas las que mayor fervor han concitado en el imaginario popular.

XSORPRENDE LAx manera efímera con la que el viento fue arrastrando a personajes y programas que no consiguieron hacerse querer por la pequeña pantalla; la zafiedad que se apoderó de los últimos tiempos televisivos, cargados de programas soporíferos, de personajes creados a propósito para el sarcasmo, el cinismo y la mediocridad, con una clara deriva casposa y degradante, hacia una batalla de audiencias en la que afortunadamente la televisión pública no entró. Hablar de calidad sería lo mismo que descender a los infiernos de la crítica.

Tal vez la televisión contribuyó de forma determinante y explícita, a que muchos superaran las dificultades de una época de privaciones y de vicisitudes, aunque fuera a costa de ampararse en una realidad inventada, sumirse en el amodorramiento de un pacto de silencio, una adormidera social capaz de hacernos olvidar las contrariedades de aquella época que nos tocó vivir. Pero para bien o para mal, la televisión ha pasado a formar parte de nuestras vidas, de nuestros hábitos y comportamientos. Existe un claro paralelismo entre los cambios experimentados en el país y los que se fueron produciendo en la filosofía y en los modos de hacer de sus emisiones, una imbricación y un hermanamiento entre televisión y sociedad.

La televisión, a pesar de nacer con una clara vocación informativa, recreativa y cultural, se vio tempranamente mutilada, ya que los espectadores dieron la espalda a casi todo lo relacionado con lo genuinamente formativo, decantándose más hacia aspectos de contenido lúdico y de entretenimiento, por lo que hubo de ser la segunda cadena la encargada de llevar adelante este tipo de proyectos.

La televisión ha levantado mitos y ha hundido en el fango del ostracismo a muchos personajes; se ha constituido, durante mucho tiempo, en monopolio y enseña de nuestra identidad nacional, por encima de nacionalismos, regionalismos y localismos, por encima de concepciones religiosas, políticas, económicas o filosóficas, por lo que ha sido un fenómeno de masas, que deberá ser tenido en cuenta por la sociología, para mejor entender las reacciones y los comportamientos experimentados por los españoles a lo largo de estos últimos cincuenta años.

*Profesor