THta muerto un hombre fundamental del teatro español contemporáneo. Con Alberto Miralles se nos muere el motor que puso en marcha todo el "nuevo teatro español", con aquellos cátaros que revolucionaron la médula de un teatro anquilosado y fuera de tiempo y de lugar. Se ha ido también un grandísimo amigo, que lo tuve siempre en la vanguardia de la amistad, y que con su dinero llegó a montar en Madrid y en el Centro Cultural de la Villa mi obra El último gallinero . Lo conocí en la Barcelona de los años sesenta y seis, a raíz de serme concedido el Premio Nacional de Teatro Universitario del año 65. Miralles era el alma, además, de aquella revista de Teatro Yorick, donde fuimos todos a beber algunas gotas de gloria, que Alberto escanciaba apenas sin saber si iba a comer ese día.

Gracias a su capacidad y conocimiento, Adolfo Marsillach pudo montar el probablemente mejor montaje español de todos los tiempos, Marat-Sade, de Peter Waiss, encargado del montaje de los Locos de Charenton, inolvidables y eternos, hoy en la memoria de los más viejos del teatro entre los que me encuentro. Lo hizo todo en el teatro, desde escribir, hasta dirigir y dar clases. Su simpatía natural, el estar siempre a disposición de todos, le hizo en un momento romper con Marsillach y Haro Tecglen, cuando nombrado lector del Centro Dramático Nacional atisbó que no se iba a apoyar el teatro de los comienzos, el del cambio, que el último es el que necesita la sociedad española mandando al aznarismo a su casa. Incluso llegó a creer en Aznar. Pero el desengaño se le enredó en un pulmón y ya no pudo más. Lloro su partida, porque veo ahora que el fin no es una desesperanza más. Es el fin.

*Escritor