A pocas semanas de empezar el curso escolar, las noticias, estudios, reportajes, comparaciones y valoraciones, se suceden en los medios de ámbito nacional y regional. Es normal en estas fechas, y especialmente en el ámbito económico de las familias, sobre todo cuando nuestra constitución establece que la educación es gratuita, que nunca ha sido gratuita, pero que supone un extra considerable en los bolsillos de todos los españoles. Dependiendo del tipo de enseñanza y de la situación familiar, el gasto, aunque en algunos mínimos casos sufragados, puede oscilar entre los 200 y los 800 euros, de media.

De aquí a principio de curso, datos, cifras, uniformes, y «plumieres» serán objeto de estudio por parte de los eruditos de la educación. Pero hay algo que sobrepasa a estas cifras económicas y que debería preocupar más, tanto a nuestros gobernantes, como a los medios de comunicación, a padres, madres y alumnos. No es el coste de la educación, traducido en materiales, supuestamente gratuito dependiendo de la edad, que nuestros hijos debieran recibir, es la calidad de la educación que reciben y que máxime al esfuerzo que las familias realizan, debiera corresponderle.

El error en nuestro sistema educativo, fallido, tiene muchas lecturas. Desde cambios legislativos, consecuencia de un sistema político que sólo se ha preocupado por la política y no por la educación, con mayúsculas, a coyunturas presupuestarias, a imposiciones ideológicas y pedagógicas absorbidas de otras culturas y países, o a una política nefasta obcecada en erradicar estadísticas y no solucionar el problema.

Si las estadísticas por la que nuestro sistema educativo en el exterior es evaluado, Secundaria, que principalmente así es, abandono escolar temprano y fracaso escolar, nuestros políticos, absortos en conseguir resultados a corto plazo, invierten en Secundaria. Más apoyos, refuerzos, desdobles, atenciones, etc., pero en el nivel y etapa donde las estadísticas me perjudican políticamente para poder colgar alguna medalla y centrado en los votantes, alumnos y familias. No con miras en el alumnado a largo plazo aunque no me revierta beneficiosos electorales.

En mi modesta opinión, y seguro que muchos no estarán de acuerdo conmigo, pero sinceramente me es indiferente, el problema no está exclusivamente en Secundaria ni en las familias ni en los alumnos. El problema es que unos por otros hemos olvidado el valor y la importancia de los docentes, los más olvidados y ninguneados de todos los gremios profesionales, y especialmente a los compañeros de Infantil y Primaria, incluso a la etapa en sí. Reconozcan y valoren a quién los enseñó a leer, a crecer y ser. A quienes de la mano nos acompañaron en la pubertad y juventud y a quien les debemos ser lo que somos, a usted político también.

Ya podemos gastar en mochilas, y en libros para llenarlas, pero el único que nos va a llenar la mochila de toda nuestra vida han sido, son y serán nuestros maestros y maestras, especialmente en Infantil, en Primaria y en Secundaria. En ese orden.

*Maestro.