La eficaz operación de abordaje de la Armada española a un barco cargado con 15 misiles Scud en el océano Indico se debió a una falsa alarma. Ha resultado que las armas norcoreanas no iban dirigidas a ningún elemento del eje del mal sino a Yemen, un país que las había comprado dentro de la legalidad internacional. Y, sobre todo, que tiene el aval de Estados Unidos para disponer de armas ofensivas de este tipo. Presentadas las excusas pertinentes, los misiles ha sido devueltos y llegarán pronto a su destino.

Sólo el contexto antiterrorista explica lo inexplicable: que un país donde hay activistas de Al Qaeda --varios de ellos fueron asesinados por la CIA hace dos semanas--, un sentimiento popular antinorteamericano y un partido islamista en auge reciba con el beneplácito de Washington este arsenal. Sin duda porque, además, hay un Gobierno complaciente con las necesidades de EEUU en su cruzada contra el terrorismo, como lo demuestra que, tras el atentado contra el USS Cole, dejara al FBI campar por sus respetos por el país.

La Armada cumplió con su deber de policía de los mares. Pero la información falló y atrapó a un barco pirata, sí, pero con patente de corso expedida por el gendarme único.