WEwl balance de la tercera visita del Papa Benedicto XVI a España puede ser muy distinto según las convicciones religiosas o la ideología de cada cual, pero hay dos hechos que objetivamente, y más allá del contenido pastoral de los mensajes que ha prodigado durante su visita Joseph Ratzinger, destacan.

El primero es la respuesta multitudinaria a la convocatoria de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Reunir un millón de personas no es frecuente ni fácil, y aunque la cita era a nivel planetario y la capacidad de movilización de la Iglesia está demostrada, es un éxito innegable. Y el tono festivo y colorista de los actos de Madrid ha dado una imagen de cierta modernidad estética a una religión cuya jerarquía no se distingue por el vanguardismo, sino por otorgar un valor trascendental a la tradición.

Es en este marco que hay que situar la advertencia del Papa a los jóvenes reunidos ayer en el aeródromo madrileño de Cuatro Vientos , --una generación que ha crecido más con los valores de lo individual que los de lo colectivo--, de que no pretendan seguir el mensaje de Jesucristo por su cuenta, al margen de las estructuras de la Iglesia.

Por lo demás, los discursos papales pronunciados durante estos días no han deparado sorpresas desde el punto de vista doctrinal o dogmático. La Iglesia sigue donde estaba.

El segundo factor destacable de la visita es la ausencia de críticas directas de Ratzinger a un Gobierno socialista contra el que los obispos españoles han arremetido durante años con extrema dureza por el matrimonio homosexual, la ampliación del derecho de aborto o la enseñanza.

Probablemente, la cercanía de las elecciones generales, que se celebran el 20 de noviembre, y la expectativa de que las ganará el Partido Popular explican esta mesura táctica de la Iglesia con un poder civil contra el que se ha movilizado repetidamente en la calle. Y es la misma proximidad del 20-N lo que habrá aconsejado al Papa, en un buen ejercicio de finezza vaticana, no dar estos días al líder de los populares Mariano Rajoy más protagonismo del imprescindible, menor del que quería el dirigente del PP.

Y en los rescoldos políticos del viaje del Papa hay que incluir los presuntos excesos policiales contra los ciudadanos que, legítimamente, han protestado en Madrid por el coste que la visita papal ha tenido para las arcas del Estado. Ha sido la única e innecesaria nota negativa del periplo de cuatro días del Papa Benedicto XVI por Madrid.