WEw l ministro español de Defensa, José Antonio Alonso, ha visitado durante las últimas horas a las tropas españolas desplegadas en territorio libanés. La autorización a la "autodefensa preventiva" para el contingente de cascos azules que se ha de desplegar en el sur del Líbano, entre el río Litani y la frontera de Israel, da idea de los riesgos que entraña la misión en la que participarán hasta 1.100 soldados españoles a partir del 1 de noviembre.

En virtud de las reglas y procedimientos a los que estará sujeta la FINUL, las unidades de la Organización de Naciones Unidas podrán ser las primeras en abrir fuego en aquellos casos en los cuales, de forma inequívoca, corran el riesgo de sufrir un ataque de manera inmediata. Una posibilidad no incluida en los manuales de otras misiones que, como en los Balcanes, condenó a la fuerza internacional a la pasividad ante situaciones trágicas como la matanza de musulmanes desencadenada en la ciudad de Srebrenica.

El paso dado por la ONU no es ni gratuito ni excesivo. Entre las operaciones encomendadas a los cascos azules figura establecer controles en las carreteras y requisar armas si el Ejército del Líbano, responsable último de controlar a Hizbulá, no quiere o no puede asumir sus responsabilidades. No hay duda de que el viaje de ayer del ministro de Defensa, para visitar a las tropas después de entrevistarse en Beirut con el primer ministro, Fuad Siniora, tiene que ver con las características difíciles y delicadas de esta misión militar.

A decir verdad, Hizbulá ha adelantado por activa y por pasiva que no piensa desarmarse mientras el Gobierno libanés, del que forma parte, no esté en condiciones de poder llegar a garantizar la seguridad y la soberanía en el sur del país. Al mismo tiempo, el Ejecutivo de Israel ha repetido hasta la saciedad que la neutralización de Hizbulá es una condición sine qua non para pasar del alto el fuego a una solución estable en su conflicto con el Líbano.

Lo que sigue sin concretarse, y puede afectar gravemente el estatus de los soldados españoles en la zona de Marjayún, donde tendrán la base, es cuál deberá ser el comportamiento de los cascos azules si el Ejército de Israel, so pretexto de su propia seguridad, toma en un momento dado la decisión de cruzar de nuevo la frontera.

Se trata de una hipótesis no tan remota como a primera vista pudiera parecer, sobre todo porque el desenlace de la última guerra ha disgustado a algunos de los oficiales más prestigiosos del Tsahal, y el Gobierno de Ehud Olmert, con la inquebrantable comprensión de Estados Unidos, no se ha distinguido nunca por su moderación.