Los mismos cueros tenemos todos al nacer". Son palabras escritas por Camilo José Cela que forman una provechosa frase sobre la que merece la pena meditar, porque nos enreda, nada más leerla, en una primera pero engañosa disquisición: cuando nacemos todos somos iguales, o sea que nadie es más que nadie. Pero luego la analizamos con más detenimiento y nos damos cuenta de que el premio Nobel fallecido quizá no iba más allá de la epidermis, la dermis y la hipodermis, que es en lo que realmente los seres humanos nos asemejamos al nacer a la vista de otros ojos, aunque para algunos ni siquiera en eso, ya que el pellejo genera una sustancia llamada melanina que decide que la piel humana sea más clara o más oscura, y con eso ya les vale para fijar un baremo de claridad. O sea, que el escritor nos incita a comernos un pastelillo aparentemente apetitoso relleno de mermelada amarga.

La realidad a la que nos somete este invento tan original y apreciado que es la vida, que muchas veces funciona a trancas y barrancas, no escatima esfuerzos para establecer a desigualdad entre los seres humanos, sobre todo al nacer. Y es que hasta la suerte y el destino vierten sus dados sobre el embrión que decide salir al mundo, y buscan mejor o peor vientre donde debe gestarse.

En su libro, El Contrato de Caín , en uno de los capítulos más apócrifos, habla el octogenario escritor don Eliseo García , abuelo de mi amigo Carlitos , del embrión Celestino , al que antes de ser él se le da la oportunidad de elegir el útero donde formarse. Para ello se le invita a merodear por multitud de barrigas disponibles en los cinco continentes. Por aquello de respetar el orden alfabético, decide el embrión Celestino comenzar su viaje por los espacios intrauterinos del mundo visitando las barrigas centroafricanas, y enseguida se da cuenta de que son habitáculos oscurísimos con paredes muy duras y secas, que no ofrecen la comodidad que el embrión Celestino va buscando. Posteriormente explora las barrigas americanas, y enseguida se da cuenta de que en este continente existen diversas calidades de úteros, desde lujosas estancias luminosas y mulliditas, a moradas menguadas y sobrias, donde el periodo de gestación puede ser un suplicio. Prosigue su viaje hacia los vientres de Asia, cavidades estas también poco atrayentes por ser demasiado estrechas, ruidosas y agitadas. Es en Europa, y dentro de Europa en España, y dentro de España en el útero de una mujer acomodada, donde el embrión Celestino decide establecerse para concluirse y asomar a la vida transcurridos nueve meses, cuando es ya un hermoso niño al que no le faltará de nada.

Ya podría ser esa ficción de la que se vale don Eliseo aplicable al juego real de la vida, para que ésta no dejara a los embriones expuestos a los antojos de quien decide dónde debe nacer cada uno, y que cada embrión eligiera, al igual que hizo Celestino, el útero donde gestarse. Claro que puestos a pedir, mejor sería solicitar formalmente a quien corresponda, que haga todo lo posible por terminar con esa desigualdad tan desproporcionada de úteros que existe según sean estos centroafricanos, americanos, asiáticos o europeos, para que todos fuesen igual de mulliditos y acogedores, y así, en verdad, todos tuviéramos los mismos cueros al nacer.

*Pintor