Ensalzado por historiadores y mitificado por el pueblo, admiramos sus gestas, sobre todo los extremeños, tras residir algún tiempo en Yuste, postrer descanso en sus trepidantes viajes por Europa. Cumplía así Carlos V su anuncio de que "su tesoro, espada, caballo y silla de reposo ha de ser España". Ningún rey español produjo tal fascinación.

Ahora, el recuerdo de su llegada a Jaraíz será escenificado, del 22-24 de febrero, con homenajes populares, resaltando la velada artística, cuyo leit motiv es la leyenda: Magdalena , el primer amor de Jeromín . Sus calles se llenarán de júbilo exultante, festejando al augusto personaje, que, desembarcado en Tazones, siendo un atolondrado joven de 17 años, sería luego mitificado; Tiziano hizo su apoteosis en el lienzo: "Carlos V en Mühlberg".

Proclamado Rey, aunque había nacido en Gante, su gesto ha sido considerado "inaudito" por Fernández Alvarez , pues aún vivía su madre, Juana la Loca . (Joaquín Javaloys , en su novela histórica: Yo, Juan de Austria , dice que su primer amor fue María de Mendoza , joven de gran belleza y sobrina de la Princesa de Evoli , con la que tuvo a los 16 años una niña, que quedó bajo el amparo de Magdalena de Ulloa y su esposo, Luis Quijada , quien presentó a Jeromín al emperador, en Yuste. Llegaría a ser el bastardo real más famoso de España, aunque sin título de Alteza).

Anécdotas aparte, es oportuno pensar cómo las Comunidades de Castilla quisieron poner coto al emperador, proclive al absolutismo, que dio pie, según Maravall , a la primera revolución en los tiempos modernos, cuyo papel fue importante "en la Historia de la libertad democrática de España". Aunque, posteriormente, tras sus primeros errores, Carlos se esforzó en impregnar su acción de gobierno de ideales y valores éticos; elocuente testimonio para tantos políticos de hoy, acusados de la demolición de muchos referentes morales.

Sus virtudes de gobierno, de altos "valores éticos", encomiados por Menéndez Pidal , se recuerdan ahora en Jaraíz, reconociendo su gran sentido de Estado, ya que, sintiéndose quebrantado por sus achaques, no dudó en abdicar retirándose a Yuste: "Ya no tengo fuerzas, dijo, y las pocas que me quedan se han de acabar presto. Estoy tan cansado que ya no puedo ser de ningún provecho". Sorprendente coincidencia con el caso de Benedicto XVI .