XLxos medios de comunicación, particularmente las televisiones, nos han abrumado a los ciudadanos con noticias entorno a la muerte, funerales y sepelio de Arafat . Una vez mas hemos visto las manifestaciones de dolor, más intensas en este caso, el imponente agitarse de las multitudes. Conmueve, por un lado, pero por otro surge una cierta desconfianza sobre las capacidades de evolución y control de una sociedad, que tan sólo se alimenta de emociones, maximiliza los objetivos y cierra los ojos a la realidad. Realidad en forma de un potente y prepotente Estado Judío, forjado alrededor del inmenso dolor del holocausto nazi, pero de los que paradójicamente heredó su desprecio por los derechos humanos.

A pesar de las declaraciones de circunstancias y de las manifestaciones de los palestinos, la sensación, que al menos algunos tenemos, es que la causa estaba por encima del personaje. Y menos benévola aún es la explicitada por periodistas occidentales que le entrevistaron o convivieron con él. Singularmente brillantes y significativas a este respecto fueron las paginas escritas por la periodista Campoy . Seguramente, a lo largo del tiempo hubo distintos Arafat, y el de la ultima época no es el mejor de ellos. El Arafat de los primeros tiempos, que levantaba la bandera de la emancipación palestina desde el laicismo y la libertad, se parece poco al líder de los últimos tiempos que se va plegando paulatinamente al islamismo para conservar el poder. Es un pasaje mas del drama que se desarrolla en el mundo islámico, donde el pasado echa un pulso al presente y parece que se lo gana. Malo sería que desde Occidente viéramos la lucha con una lejanía condescendiente, porque nos va mucho en ello a todos, y a los españoles más. En el laicismo como valor básico de la sociedad se sustentan muchas de las libertades, por eso el paulatino declinar del laicismo de Arafat resulta particularmente doloroso. En su momento la Historia lo juzgará. El mejor epitafio sobre su tumba es el de que la tierra le sea leve.

Acabadas las solemnidades de entierros, funerales y manifestaciones, al problema de Palestina se deberá empezar a poner solución. Y seguramente una de las primeras cosas que debemos hacer desde el mundo no islámico es no caer en la dicotomía de propalestino y antijudío o projudío y antipalestino. Y tampoco conduce a nada plantearse legitimismos históricos. La sinrazón de la partición de Palestina por la ONU, que da origen al Estado Judío, fue una iniquidad fruto de otra mayor y que pagaron los que poco tenían que ver con la persecución nazi, pero es un hecho consumado. Lo que no está consumado aun es la aniquilación de lo que resta de Palestina, un modestísimo país de tres millones de habitantes y cinco mil kilómetros cuadrados, dividido además en dos territorios.

La situación se complica cuando EEUU coloca a Israel como un peón importante en su estrategia geopolítica y el conflicto palestino-israelí entra a formar parte de otro mucho más amplio, como es el conflicto de Oriente Medio, de carácter netamente económico. Pero en esta maraña de guerras en la que el imperio esta metido, ha surgido un nuevo frente difuso y universal como es el terrorismo islámico, de crueldad y eficacia demostrada, pero que está despertando en gran parte del mundo sentimientos difusos de rechazo hacia lo islámico. Y en este nuevo marco, Israel recupera posiciones que su política de hechos consumados le hizo perder.

En los velatorios nos toleramos todos un poco más.

*Ingeniero y director general de Desarrollo Rural del Ministerio de Agricultura