La moción de censura presentada por el PSOE es la segunda moción de este cariz que se promueve en la legislatura en curso. Nace ya, pues, como un remedo de lo que, antes, intentó Podemos. Pero lo hace sustanciándose en una sentencia judicial sobre un caso que ya era sobradamente conocido, por ciudadanos y partidos políticos, cuando se celebraron las últimas elecciones generales. El partido y el líder político que la impulsan son los mismos que, no habiendo ganado aquellas comicios, intentaron una investidura que resultó fallida. Y lo hacen con la excusa de la corrupción, lo que denota un cinismo fuera de lo común, porque a nadie es ajeno que el PSOE tiene en su haber el mayor número de escándalos de corrupción de nuestra democracia (Filesa, Malesa, Time-Export, Ibercorp, Juan Guerra, Roldán, fondos reservados, cursos de formación, EREs...).

Por otra parte, para que dicha moción saliese adelante habría de contar con el apoyo de Cs y Podemos, lo cual parece harto difícil, porque son dos formaciones incompatibles entre sí. Y la otra opción factible parece, cuando menos, arriesgada, dado que habría de contar con el apoyo de Podemos, de los partidos nacionalistas, y de los filoetarras de Bildu. Y no digo que no sea posible, pero ¿a qué precio? Porque no hay que olvidar que la crisis institucional abierta, a cuenta de los intentos de secesión impulsados por los nacionalistas catalanes, permanece en plena ebullición. Y nada convendría menos al PSOE, como fuerza nacional, que aliarse con el supremacismo racista, que encarnan Torra y compañía, o con los parlamentarios amigos de los etarras.

Probablemente, en unos meses, nos daremos cuenta de que esta moción de censura no era más que un instrumento para desgastar al PP, para obligar a Ciudadanos a retratarse, y para reivindicarse como opción de izquierdas frente a Podemos. Y, ojo, que todo en ella recuerda a la promovida por Fernández Vara durante la pasada legislatura, en Extremadura. Pero solo el tiempo nos dirá si concluirá tan bien para Sánchez, o si, por el contrario, lo acabará convirtiendo en un zombi político sin presente ni futuro.