Filólogo

No conozco a Javier Pizarro ni he tenido jamás una palabra con José Diego. Ambos son concejales del Ayuntamiento de Cáceres, uno por el PSOE y otro por el Partido Popular, y ambos han mostrado estilo, elegancia y caballerosidad a través de unas cartas que se han cruzado en este mismo periódico.

Es frecuente, por fácil, que el dardo envenenado encuentre siempre al político, porque con frecuencia éste ofrece flancos múltiples y frágiles; pero no sería de ley resaltar sus yerros y olvidar sus aciertos. Y he de manifestar que ambos concejales han acertado en su estilo, que ha ido de la civilidad, de la buena educación, del enriquecimiento en la discrepancia, a la correcta presentación del mensaje, al aseado estilo literario y al acierto comunicativo, hasta en el modelo, que por casi desusado y decadente, se me antoja más afectivo.

Reconforta saber que en Cáceres, además de la ciudad monumental, hay concejales que dan consistencia y serenidad a su ayuntamiento, y son a la vez, antípodas de otros, avasalladores y parlanchines que están en la política no se sabe con qué intenciones, a juzgar por su desmaña. Reconforta, pues, la mesura en la exposición, la claridad en el concepto, y el talante en la recomendación.

Ya sé que para muchos no serán los más relumbrones, ni los más arrolladores, pero serán, sin duda, quienes aporten más densidad a una democracia que se va, con frecuencia, por las desabridas rendijas de la confrontación.

Sus modos devuelven a la política brillo y al ciudadano confianza y sus decisiones se presumen dignas del civismo que representan.

La carta, como ellos saben, no es más que otro nombre para la conversación y un modo, tal vez más duradero de exponer el pensamiento. Siempre supimos que ahí empezaba el verdadero modelo democrático: puede que estos dos concejales, por sus cuidados modales, merezcan ser leídos con más frecuencia.