TLtos altos ejecutivos de la empresa global conocida como los Mercados , también llamados gobiernos, han vuelto a demostrar su alergia a consultar a los ciudadanos sobre los asuntos que les afectan directamente. De ningún otro modo se podría entender su reacción ante la decisión del primer ministro griego de convocar un referendo sobre el rescate de su país que, en puridad, representa el secuestro de la soberanía de Grecia y de los griegos.

No se puede negar que la decisión de Papandreu de consultar a sus conciudadanos llega tarde y es contraproducente en este momento, como contradictorio resulta que dirigentes políticos, a los que se les llena la boca al hablar de democracia, muestren sin ningún pudor tal grado de agresividad cuando a alguien se le ocurre recurrir a un instrumento tan democrático como consultar a quienes deberán pagar la onerosa factura que se les exige para ser rescatados. Sobre todo, si se tiene en cuenta que ellos, los ciudadanos, no son culpables de los desmanes que han llevado a su país a la situación actual.

Otro dato curioso es que, frente a la beligerancia mostrada contra la consulta por Sarkozy y Merkel , el gobierno y los dos partidos mayoritarios españoles han sido más tibios en su valoración, quizá por la su mala conciencia por haber cambiado la Constitución sin consultar a los ciudadanos. Como en el caso griego, por imposición de los Mercados con la bendición de su consejo de administración que forman los gobiernos.

Ante las cosas que están sucediendo, no es de extrañar que cada día crezca el escepticismo ante los políticos, o la política actual. Más aún cuando, a falta de pocos días para las elecciones en España, los partidos nos enseñan unos programas electorales con los que, eso nos dicen, van a acabar con la crisis. Lo que no nos dice ninguno es que las medidas que proponen estarán sujetas al control de los de arriba . Lo más indignante de todo es que no nos piden el voto, sino un cheque en blanco para que los vencedores, o sus jefes, hagan lo que les venga en gana durante los próximos cuatro años, como nos han venido demostrando hasta ahora.

La conclusión, la mía al menos, es que estamos en pleno despotismo ilustrado, pues no hay dudas de que los gobernantes actuales, y los que vienen, gobiernan para el pueblo, pero sin el pueblo . Al menos en teoría, porque en la práctica gobiernan para los llamados mercados y sus intereses.