Más de 13 meses después de retirar sus respectivos embajadores, los Gobiernos de España y Marruecos parecen condenados a entenderse. Ayer llegó a Madrid el ministro de Asuntos Exteriores marroquí, Mohamed Benaisa (nacido en Asilah, a 40 kilómetros de Tánger, el 3 de enero de 1937), que en la última época lleva desempeñando el papel del más malo de la película por exigencias del guión que dirige el rey Mohamed VI, que es quien controla directamente la diplomacia.

Notable periodista del régimen alauí, Benaisa se licenció en Ciencias de la Comunicación en la universidad estadounidense de Minnesota (1963). Entre 1964 y 1976 trabajó para la ONU en Nueva York, Accra (Ghana) y Roma, sobre todo en el área de agricultura y alimentación de la FAO. Ya en su país, simultaneó el periodismo con la política (concejal y alcalde de su ciudad natal, además de diputado). Fue ministro de Cultura (1985-92) antes de que Hassan II le nombrara embajador en EEUU (1992-99).

Cuando las cosas no iban tan mal con Madrid, Mohamed Benaisa decía cosas como éstas: "No vamos a destruir nuestras relaciones por una sardina (...) La inmigración es como el perfume. Un poco es bueno, pero mucho es malo". Cuando fueron a peor, ya se sabe: "Ceuta y Melilla son ciudades marroquís ocupadas, colonias", etcétera.