Derrotado en España, Mariano Rajoy impone su autoridad en el partido. Echa mano de unos resultados extraordinarios aunque insuficientes, ejemplo palmario de lo que las encuestas, una tras otra, todas, han venido constatando desde hace cuatro años: que la fortaleza del PP era infinitamente mayor a la de su líder. Echa mano también, y de manera paradójica, de la memoria histórica, concepto que le levanta sarpullidos. Dice que si González y Aznar necesitaron de dos derrotas para lograr su ansiada victoria, a él también se le puede aplicar esa misma vara de medir. Resulta curioso que quienes echaron mano de la historia para extender que Zapatero tendría difícil su permanencia en caso de derrota, por haber sido el primer presidente en democracia en no revalidar su mandato, eludan referencias en otros rincones inéditos del pasado, aquellos en los que habitan los candidatos que llevaron a su partido a la derrota desde la mayoría absoluta y se mostraron después impotentes para recuperar el poder. En ese capítulo, Rajoy ha hecho ya historia.

Pero si el ejemplo de lo ocurrido sirve a Rajoy, debe estudiar atento la siguiente línea del relato. Tanto González como Aznar asentaron los cimientos de sus futuras victorias enterrando el pasado inconveniente. González se desembarazó del marxismo; Aznar refundó la Alianza Popular de resabios franquistas tomando la bandera del centro, en el que nunca hasta entonces había militado. El líder del PP debe ahora diagnosticar la costra que le sobra a su partido, algo que pudo hacer cuatro años atrás y no hizo.

Hace unos cuantos meses, Jesús de Polanco dijo estar dispuesto a "colaborar para que en España hubiera un partido de derechas moderno, laico, con ganas de conservar lo que hay que conservar y transformar lo que hay que transformar". La respuesta de Rajoy fue promover un boicot contra el grupo PRISA mientras rendía pleitesía a quien le llamaba "maricomplejines". En estos días se habrá dado cuenta Rajoy de lo pronto que caducan las adhesiones inquebrantables.

Si Rajoy ha aprendido algo de la experiencia, bienvenido sea. Aunque me siga costando mucho asumir que la culpa de las derrotas se carguen en los lugartenientes y no en el general y que un partido que, en boca de Rajoy, tiene gente como para hacer cincuenta gobiernos mejor que el de Zapatero no encuentre recambio para afrontar el futuro.

*Periodista