La empresa placentina de artes gráficas Monprint, su suspensión de pagos, su abultada deuda, su más que comprometido futuro y el de sus 85 trabajadores, parece ser un trasunto, una especie de segundo capítulo de la oliventina Lusográfica. Las similitudes entre ambas no acaban aquí: también les une la participación de Sofiex en su accionariado; las cuantiosas ayudas públicas; y la generosidad municipal, en este caso del Ayuntamiento de Plasencia, para enclavarse en suelo regalado.

Y una similitud más: la actitud de la Junta con respecto a Monprint también se parece a la que tuvo con Lusográfica: sobrepasada por los acontecimientos y echando balones fuera: no basta con que Sofiex afirme que la empresa placentina ha cumplido con las inversiones prometidas para desentenderse de este fracaso, tomarlo como una consecuencia lógica del riesgo empresarial y darse por satisfechos.

Para el Ejecutivo regional debería haber llegado el momento de tomar la iniciativa y de buscar las razones por las cuales el dinero público invertido en ambos proyectos puede que se haya ido, en el mejor de los casos, por el sumidero. Porque es poco consuelo terminar embargando, como se ha hecho en Lusográfica, cuando a la embargada poco más que le queda que los restos de su ruina.