Lo mejor sería no entrar en él. Estos asuntos, los de la conciliación entre el medio ambiente y el desarrollo económico, siempre son un avispero, te llevas picaduras quieras o no quieras, sobre todo cuando el debate, si es que lo hay porque un debate verdadero es confrontar posiciones de forma sosegada con datos y argumentos, alumbra en algunas personas las bajas pasiones e intereses.

Me refiero claro a la propuesta de explotar un yacimiento de litio a cielo abierto junto a la ciudad de Cáceres. Uno de los mayores hándicaps para la empresa es que llega en época preelectoral, en meses previos a las votaciones municipales y autonómicas, y por tanto los partidos políticos, los que tienen que decidir en un pleno local la planificación urbanística, o desde la Administración autonómica la calificación industrial o ambiental de una inversión, están más pendientes de la repercusión de las urnas que de las razones de fondo.

De momento la movilización iniciada por la plataforma Salvemos la Montaña es un éxito. No nos podemos quejar de la escasa iniciativa social, de la endeblez de esa sociedad civil española desarticulada, y a la vez despreciar cuando se produce una de ellas analizar, escrutar, quiénes están al frente, qué caras pueden verse en las asambleas.

Esto puede ser una pequeña reedición de lo que pasó con la refinería en Tierra de Barros, un proyecto industrial de más envergadura que este, pero que en sus efectos sociales y políticos no le dista tanto por el hecho de que este otro se plantea a las puertas de Cáceres, uno de los dos grandes tirones turísticos de la comunidad, y ciudad que por su configuración y papel en el concierto regional no estaría llamada en principio a ser una zona de localización industrial para proyectos o actividades de las llamadas molestas, insalubres, nocivas y peligrosas, bajo el acrónimo MINyP que figuraba en muchos papeles.

El PP que en principio parecía que apoyaba la refinería acabó oponiéndose, y pagando las consecuencias aparentemente, para perder las elecciones autonómicas. Pero aquel proyecto tenía poderosos detractores incluso dentro del PSOE nacional, por si no fueran suficientes los de las petroleras, y acabó no saliendo.

Ahora reedición porque de nuevo los populares parecían que eran proclives a las inversiones y beneficios de la mina --dentro de todas las precauciones y obligaciones legales--, pero han dado un puñetazo encima de la mesa, han revuelto todos los papeles y posiciones, y la plataforma contra la instalación ha recibido impulso.

De los políticos se espera que tengan eso, una ideología, aplicada a la realidad cambiante del momento, que se traduzca en un proyecto para las personas, y que incluye por tanto si en un diseño de territorio urbano como el cacereño sería conveniente y en principio una mina a cielo abierto. No demonicemos tanto a los políticos, no son ni más ni menos que nuestra encarnación en esos puestos de responsabilidad, y somos nosotros los que con nuestra actitud, y voto, les impulsamos a ser responsables o demagogos.

Desde fuera, parece que el PP era favorable y ahora no a este proyecto. Que el PSOE tampoco lo veía mal pero ahora tiene muchas dudas, y que su posición política --una actitud que no se traduce necesariamente en un dictamen técnico, pero sí está relacionada con él-- se decidirá en su día de acuerdo entre el grupo municipal y la organización regional del partido, así lo acaba de decir Guillermo Fernández Vara.

Ciudadanos --ese temor actual del bipartidismo anterior-- parece haber adoptado una buena actitud de prudencia, con la habilidad de no quedar identificado en ninguna posición, dependiendo de conocerse todos los datos técnicos. Y la única posición invariable es la de Podemos, política e ideológicamente en contra de la minería extractiva a gran escala.

Dado que la tramitación administrativa del proyecto será para después, no cabe duda ya a estas alturas de que en las papeletas de mayo de 2019, para alcaldía y presidente de la Junta, también se votará esto.