Mientras diluvia en Barcelona por el proceso soberanista, internacionalizado por su «valiente» presidente, en Madrid comienzan a posarse también los nubarrones.

Por si no fuera suficiente con los problemas que se encuentran los ayuntamientos en su día a día, con asumir gastos impropios, y como si no hubiera males mayores, Montoro parece haberse empeñado en acercar nubes a Madrid.

Esta pasada semana acudíamos atónitos a la ruptura de la autonomía local por primera vez en la historia reciente de nuestro país a cuenta de la economía del ayuntamiento madrileño. De poco ha servido que el Estado haya incumplido de manera reiterada las reglas de la estabilidad económica-presupuestaria ni que Madrid no sea la única ciudad con números de ese tipo en sus cuentas, pues ha preferido ver la paja en el ojo ajeno a la viga en el suyo. Montoro, quizá por la envidia de que sus compañeros aplicasen intervenciones de índole político-territorial, preparó la suya, de carácter económico y ha aplicado su particular 155, que acabarán pagando los madrileños.

Les pongo en situación. Madrid, por problemas de organización, técnicos o de planificación, ha dejado de ejecutar (de gastar) partes de su presupuesto durante los dos últimos años, y la ley obliga a que este dinero se dedique a amortizar deuda. Desde luego, deuda no le falta a Madrid, aquella de las herencias recibidas. De esta manera, ya se han amortizado, voluntariamente o no, 2.070 millones de euros, de aquellos que dejó la gran gestora Botella. Voluntariamente o no, porque las partidas que no se llegan a gastar van a parar a liquidar deuda, y no parece que nadie quisiera no gastar en esta situación, al menos si solo dependiera de sí mismo. Parece que las herencias recibidas son dispares, pues mientras que Madrid se dedica a pagar la fiesta de Botella, Rajoy se pega la suya propia a costa del fondo de las pensiones que dejó en herencia Zapatero.

Tras varias reuniones, en algunas de las cuales estuvieron presentes la propia Carmena y Montoro, no se ha llegado a ningún tipo de acuerdo sobre la aceptación del plan económico y financiero elaborado por el equipo municipal, «inexplicablemente», en palabras de uno de los miembros más famosos de este equipo, y finalmente se ha intervenido. Esta intervención, pocos efectos tendrá, más allá de la publicidad mediática, pues el propio ministerio reconoce que no se puede reducir la cuantía que ellos piden, dado que la mayor parte del dinero ya está gastado o comprometido (no en vano queda mes y medio para atragantarnos con las uvas), y básicamente se restringirá a una llamada semanal para ver «cómo va todo».

El gobierno de Ahora Madrid ejecuta y gestiona mejor que el del PP, de eso no cabe duda, pues esa es una tarea demasiado sencilla, pero aún queda mucho camino hasta poder llegar a decir que la gestión es la mejor posible. Quizá, aún esté por venir lo mejor para Madrid, pues dentro de menos de dos años, vuelven las elecciones.

De poco han servido las llamadas de atención de Carmona sobre la ejecución de presupuestos al concejal Sánchez-Mato y sobre la posibilidad de intervención. De poco ha servido que le expliquen al ministro que hay otras vías antes de una tan radical. De poco ha servido que a Montoro le digan que lo que ha hecho es un 155 económico. De poco ha servido que la situación de Madrid venga condicionada en gran parte por la herencia del PP.

No podemos negar que es necesario reducir la deuda de las administraciones públicas (empezando por las más endeudadas, esta y CCAA), y que hay que cumplir con las exigencias económicas y asumir las responsabilidades políticas por no hacerlo, pero con quien de verdad hay que cumplir es con los ciudadanos. De poco sirve amortizar deuda o cumplir todas las ratios que nos hemos inventado si para ello dejamos de hacer parques de bomberos, colegios, centros sanitarios o guarderías o de aumentar los servicios sociales.

Y en este juego de tijeras, gana siempre el que la tiene más larga, el que puede cortar las alas a las demás administraciones para conseguir alzar el vuelo aún más alto con alas que no son suyas, sin darnos cuenta que, al final, quien de verdad acaba pagando es el ciudadano, a quien no solo le cortamos las alas, también la posibilidad de vivir con dignidad. Y aquí, la tijera de Montoro es la mayor, la que le permite sacarse un artículo 155 económico de la manga.