Magistrado

Si Marruecos quiere romper con su pasado dictatorial, no puede seguir impidiendo el ejercicio de uno de los derechos fundamentales del ser humano: la libertad de expresión. La condena de cuatro años impuesta al periodista Ali Lmrabet por atreverse a criticar al rey es el último ejemplo. El mensaje es inequívoco: el periodismo crítico con el poder debe autocensurarse si no quiere acabar en la cárcel.

Una vez más, será necesario recordar que las ideas no delinquen. La palabra es sólo la voz de la minoría frente al silencio opresor. Lamentablemente, en el Estado español también se están produciendo en estos últimos tiempos alarmantes restricciones a la libertad de expresión que deberían preocuparnos, como lo demuestra el cierre del periódico Egunkaria.