TStoy de los pocos bichos raros de la fauna humana que anda por ahí sin teléfono móvil. Cuando me piden el número del móvil, yo siempre digo: "Lo siento, no tengo móvil". "¿Que no tienes móvil?", preguntan de forma acusatoria con soberana exclamación. No, no tengo móvil y de momento deleitaré del placer de no sentirme acosado por un teléfono móvil.

Y es que, créanme si les digo que comienzo a ver gente que empieza a tener verdadero pánico a su teléfono móvil. De hecho, el otro día en un parque vi a un tipo corriendo con la misma cara de velocidad que pondría un caballo montado por Fernando Alonso . Tras él iba otro tipo pisándole los talones que llevaba un móvil sonando en una mano y gritaba: "¡No corras Antonio , no corras que es peor!". "¡Qué no, que no lo cojo, que ese bicho está rabioso!", vociferada el acojonado Antonio.

E incluso sé de móviles que hacen de correveidiles. Es el caso de los móviles de Paulino y Rosa , un matrimonio que cuando está de morros se lo dicen todo a través de sus móviles, aunque se encuentren a un metro de distancia. Le dice Paulino a su móvil: "Pregúntale a Rosa que qué le parece si yo me ceno la merluza en escabeche que sobró de ayer y ella se prepara unos huevos fritos". Y Rosa contesta a su móvil: "Dile a Paulino que vale, pero que ojalá se atragante con una espina".

Luego está el caso de mi amigo Josemari , que cuando entra en un bar que está abarrotado de gente y tardan en atenderle, coge el móvil, marca el número del bar --que ha pedido previamente a información-- y cuando el camarero coge el teléfono dice él con toda su cara: "Oiga, que soy el cliente que está situado en tal sitio del bar haciéndole señas con la mano, póngame tres cañas y dos Lagares". El caso es que el truco funciona, compruébenlo.

Ahora, para asombroso lo que le pasó a un conocido actor de teatro. Fue justo el día que se estrenaba la obra en la que él hacía el papel estelar. El hombre, con los nervios del estreno, se guardó el móvil en un bolsillo de la gabardina que vestía para salir a escena --hacía el papel de policía secreta--. En el tercer acto, justo cuando la obra estaba en uno de los momentos más intrigantes, sonó el móvil. El, como es un actorazo, sacó el pequeño aparato del bolsillo e improvisó un diálogo telefónico con un receptor imaginario. Seguramente quien llamaba colgó enseguida pensando que estaba hablando con un loco, pero la escena quedó bordada. Por supuesto, el público jamás sospechó que el teléfono móvil no formaba parte de la obra. Eso sí, en las sucesivas representaciones tuvieron que repetir la escenita del teléfono móvil, pero el director recibió unas elogiosas críticas por haber sabido meter con tanto tino un móvil como actor secundario. Y es que los móviles empiezan a parecerse cada vez más a las personas.

*Pintor