WPwrácticamente nunca unas elecciones presidenciales norteamericanas habían desatado tanto interés dentro y fuera de Estados Unidos. La condición de referendo de aceptación o rechazo de George Bush y su política de agresión/defensa preventiva, así como la encrucijada económica entre una costosa guerra inacabable en Irak y un déficit público galopante, rodeaban de expectación la jornada electoral.

Primero hubo 10 millones de nuevos inscritos en el registro electoral, en un país donde el derecho a votar requiere un acto voluntario previo: apuntarse a la lista de votantes. Pero ayer, además, eso se tradujo en una participación masiva, quizá también como nunca, en forma de colas ante las urnas.

En principio, este elevado número de votantes parece favorecer, al menos en teoría, al aspirante demócrata. Pero hay que esperar a ver si es verdad en el cómputo final de papeletas, porque si el margen no es suficientemente amplio podríamos asistir a una nueva edición del fiasco de las elecciones del 2000, cuando una decisión del Tribunal Supremo, y no los votos, dio la victoria a Bush. Resulta imprescindible esperar acontecimientos para saber cuál ha sido la decisión de los norteamericanos.