TCtonozco a gente que ha cambiado su antiguo y sencillo teléfono móvil por otro sofisticadísimo, que aparte de llamar y recibir llamadas te hace las funciones de miniordenador dispuesto a llevar a cabo las virguerías más inimaginables siendo un utensilio tan pequeño. Que quieres conectarte a internet, ahí está el aparatejo, dispuesto a meterse en las páginas que tú le digas. Que ves un atardecer de ensueño mientras estás de merendilla con tu chica en el Olivar Chico de los Frailes, ahí tienes el ojo avizor de 10 megapíxeles del telefonito para plasmar el momento en calidad supernítida. Que eres un melómano especial con un oído muy exigente, ahí tienes todo un Mp4 para darle a tu tímpano el mejor sonido. En fin, que lo único que le falta al artilugio es cocinar y hacer la colada. Ahora bien, créanme si también les digo que sé de algunos que han cambiado su antiguo y sencillo teléfono móvil por un moderno suplicio que les ha hecho perder muchísimas horas hasta aprender su manejo, y han terminado utilizando sólo lo más elemental del complejo aparato: llamar, recibir llamadas, enviar mensaje y hacer algunas fotos. Dice el octogenario escritor don Eliseo García que algo tan pequeño donde cabe tanta cosa debe tener trampa tecnológica. Y de paso me enseña su antigualla, un móvil de considerable grosor que asegura no cambiaría ni a ojos cerrados por cualquiera de esas monerías que te ayudan a quedar muy bien en sociedad, pero te exigen muchas horas de dedicación y una paciencia infinita; y además, te pueden dejar en ridículo ante la persona que descubra que no sabes lo que tienes entre las manos.

Uno, que es más bien austero en lo referente a móviles, sobre todo porque sólo exige de éstos que le comuniquen con muchos amigos y algunos extraños, no entiende ese afán de cierto personal poco necesitado de comunicación por llevar encima un artilugio con tantas aplicaciones. Claro, que algunos pensarán que más vale llevar mucho en poco espacio que tener mucho espacio para llevar poco. Y quizá no les falte razón.