TAtlguien dijo alguna vez aquello de que "nunca ningún padre debería enterrar a un hijo". Este hecho antinatural, lamentablemente, hoy día es algo tan cotidiano que rompe cualquier esquema cultural, social o sentimental.

La naturalidad de la muerte por edad avanzada se ha convertido en una excepción. Semana tras semana, nuestros jóvenes engrosan las listas de fallecimientos ilógicos, surgidos en cualquier cuneta de esos ríos sin sentimientos que tragan sin cesar vidas humanas y que son las carreteras.

No hay espectáculo más triste para un amigo que visitar un tanatorio, donde en una misma noche se velen los restos de dos jóvenes fallecidos juntos en un accidente de tráfico y, para colmo, en este mismo recinto otro chaval se encuentre rodeado de sus amigos y familiares por la misma causa.

Tras la pregunta de cómo fue, la respuesta, casi mecánica del padre o la madre, porque el hecho en sí no cabe en la lógica humana.

Este drama es la representación viva de lo que leemos todos los lunes en los periódicos y que apenas ya nos llama la atención hasta que te toca tan directa o indirectamente. En ese momento descubres que, detrás de las reseñas periodísticas y las estadísticas, hay nombres y apellidos que te son familiares.

*Profesor