La publicación de informes sobre la desigualdad entre hombres y mujeres en el mundo se ha multiplicado con la conmemoración, ayer, del Día Internacional de la Mujer. La incorporación de las féminas al mercado laboral no ha seguido el cauce natural de retribuir a ambos sexos con el mismo salario y de compartir los mismos niveles de responsabilidad en las empresas. El último informe elaborado por los técnicos de Hacienda es elocuente al respecto: el sueldo medio de una mujer en Extremadura es de 12.758 euros anuales, frente a los 16.251 euros de un hombre. Obviamente, esta brecha tiene ya poco que ver con una discriminación salarial directa, pero sí indirecta, esto es que muchas empresas, mayoritariamente controladas por hombres, se siguen resistiendo a otorgar puestos de responsabilidad a mujeres, con el consiguiente menoscabo económico y estadístico para estas.

Ante el evidente desequilibrio, países como España han recurrido a la legislación para avanzar en el campo económico, laboral y social. El 51,41% de tituladas universitarias que hay en España es un acicate. Pero los objetivos están lejos. Si la ley de igualdad marcaba un 40% de mujeres en los consejos de administración de las grandes empresas para el 2015, todavía estamos en el 10,8%. En el caso de Extremadura, tres de cada cuatro empresas con cuenta con ninguna mujer en su consejo de administración.

Otro problema en el que se está avanzando, pero no lo suficiente, es la conciliación de la vida familiar y la laboral. El dato de partida es que solo el 5% de los hombres está inactivo en Extremadura por dedicarse a labores domésticas, frente a un 48% de mujeres. Entre ese 52% de extremeñas que trabajan y cuidan de la casa, la dificultad es mayor. "Conciliar la vida familiar y la laboral aún es una ilusión", aseguraba ayer en EL PERIODICO Carmen Rodríguez, una maestra que hace encaje de bolillos para atender su trabajo y a sus tres hijos pequeños.

Son solo ejemplos de la lentitud de la marcha en el camino hacia una sociedad igualitaria, que ha encontrado en la crisis económica un nuevo obstáculo. No superarlo puede significar la exclusión de ellas. La crisis genera más paro femenino (20,79% en el 2010 en España) que masculino, acrecienta la segregación sectorial y profesional de ellas y, por la vía de los recortes sociales, castiga a las mujeres que ejercen de cuidadoras de niños, ancianos y discapacitados. Un tercio de las familias monoparentales en Europa viven en condiciones de pobreza. Las administraciones deben velar ahora para que sus planes de ajuste tengan en cuenta la desigualdad entre hombre y mujer, y las empresas no deben desperdiciar el talento femenino. Mientras, la peor forma de discriminación sigue siendo la violencia.