A pesar de los avances conseguidos en pos de la igualdad de género, de los logros conquistados en materia legislativa, política, educativa de los movimientos feministas, la mujer sigue pagando los platos rotos.

La que se ha armado con la autorización de la venta de la píldora del día siguiente sin necesidad de receta médica y a cualquier persona sin límite de edad. Esta píldora que trata de evitar el aborto de menores y es para casos excepcionales, se vende desde hace años en muchos países europeos.

Ofrezcamos más información sexual a niños y jóvenes, que conozcan los efectos secundarios, las consecuencias de la promiscuidad. Y seamos realistas: los adolescentes hacen el amor a menudo. No confundamos el mar con los peces: el hecho de que exista esta píldora para evitar embarazos indeseados y esté despenalizado el aborto no es para que la gente lo utilice si no quiere, no se impone a nadie pero es un recurso para utilizar la mujer que voluntariamente quiera y lo necesite.

Lo peor, es que las mismas mujeres critiquen estos avances alegando que, si la mujer a los 16 años no es apta para votar, tampoco puede decidir tomar la píldora del día siguiente o abortar sin contar con el visto bueno de mamá. Si la naturaleza dota a la mujer de la capacidad de reproducirse a los 12 o 13 años, si puede disponer del libre albedrío, podrá decidir si hace el amor aún sin tener pareja estable y, si su pareja no ha puesto los medios, es ella la que tiene que evitar quedar embarazada, la que decide si quiere abortar cuando el embarazo es evidente, la que tiene que tomar la píldora anticonceptiva, a la que le cambia la vida si está estudiando y tiene que parir a su hijo y hacerse cargo de él. Si toda esa responsabilidad recae sólo en la mujer, ¿por qué no se acepta que sea ella, según sus criterios y circunstancias personales quien decida qué hacer con su vida?

¿Cuándo dejará la mujer de tener que pagar siempre los platos rotos?