Profesor

Hay asuntos de los que es difícil tratar en público, pues si uno no es capaz de expresar debidamente todos los matices que presentan puede producir en el oyente, en el lector, una idea errónea de cuáles son sus propias opiniones. Y eso ocurre, por ejemplo, cuando se habla de la igualdad entre los sexos. Por mucho que alguien la defienda y esté libre de toda sospecha, a poco que no participe en esa moda, nefasta a mi modesto entender, del "compañeros y compañeras", del "todos y todas", del "ciudadanos y ciudadanas", bien pudiera suceder que alguna oyente, alguna lectora muy radicalizada en la defensa de la igualdad entre hombres y mujeres se sintiera ofendida y obrara en consecuencia.

Por eso es magnífico que se puedan comentar noticias que demuestran no sólo que la igualdad de la que hablamos se produce en nuestra sociedad cada vez con más frecuencia, sino que, en muchos campos, la superioridad de las mujeres es incuestionable. Y ello debe ser motivo de satisfacción para todos nosotros.

Evidencias de lo primero, de la progresiva desaparición de la discriminación en razón del sexo, hay muchas, aunque algunos avances en ese terreno sean discutibles. Por ejemplo, el que desde hace años se ofrezca a las mujeres la posibilidad de ser militares. Francamente, no se trataba, a mi juicio, de la puerta cuya apertura a los ciudadanos de sexo femenino fuera la de necesidad más perentoria. Acaso lo sería más el que, en un absurdo suponer, se permitiera a las mujeres ser curas u obispos. Absurdo suponer, digo, pues bien sabemos todos que se trata de una hipótesis que roza lo delirante, dada la misoginia que impera desde hace siglos, sea en Toledo, sea en la mismísima Roma.

Pero, como digo, a veces se producen evidencias que ponen las cosas en su sitio. Así, ha sucedido recientemente que el Ministerio de Educación ha seleccionado en toda España los 50 alumnos que han finalizado el bachillerato con mejor expediente académico. Y los ha reunido en Santander, donde destacados profesores les han impartido un curso de acceso a la universidad. Pues bien, de esos seleccionadísimos 50 estudiantes (piense el lector en los miles de bachilleres existentes en nuestro país), 37 son chicas y sólo 13, la cuarta parte, chicos, varones. Y ello, amén de ser una noticia de primerísima plana, demuestra palmariamente, mejor que lo pudieran hacer cientos de páginas con reflexiones sociológicas, que la mujer no sólo iguala al hombre, sino que lo supera por goleada en muchos aspectos.

Los profesores ya sabíamos por propia experiencia que en términos generales las chicas son más estudiosas y responsables que los chicos.

Pero para que de los 50 elegidos, nada más y nada menos que 37 sean mujeres, hace falta algo más que responsabilidad y esfuerzo. Hace falta inteligencia. Y decir esto en voz alta, sin maltratar nuestro hermoso lenguaje, es contribuir a la desaparición total de la reaccionaria discriminación por razón del sexo. Y digo sexo y no género, para conocimiento de quienes, hombres y mujeres, parecen considerar que la defensa de los principios y normas constitucionales ha de llevar pareja la vulneración de las de la Gramática...